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Novela de naufragios, de dudas, de flaquezas, de hondas simas interiores. El complejo mundo del amor y de la pareja, reflejado en tres almas heridas por una vida anodina de sueños frustrados, de olvidos y de sinsabores. De cómo duele comprender que sólo somos una brisa sin aire, una gota sin océano, o una partícula sin universo. La danza desequilibrada de la confusión, en este suelo inestable en el que no hay remiendos.
Leo "Nada se acaba", el último libro que la escritora canadiense Margaret Atwood, elabora en el año 1979 y que ha permanecido inédito en lengua castellana hasta el año 2015 en que ha sido editado por Random House. En tercera persona, identificando correctamente al/a protagonista de cada capítulo al poner su nombre en el comienzo (Elizabeth, Nate o Lesje), veo los mismos acontecimientos, narrados desde el 29 de octubre de 1976 hasta el 18 de agosto de 1978, desde las diferentes perspectivas de los tres personajes. Con un léxico impecable y una excelente ambientación del Museo Real de Ontario donde trabajan las dos mujeres (la autora se maneja con gran pericia entre ictiosaurios, monosaurios, estegosaurios, pterosaurios, tiranosaurios y gorgosaurios), la escritora acomete una brillante caracterización de los personajes que componen esta compleja escena familiar. Así, conozco a Elisabeth, una mujer que anhela ser amada y odiada y que tiene la percepción de que sabiendo cómo comportarse, qué tenedor usar y qué queda bien con qué, ostenta poder sobre cierta parte del mundo. Sufro con Nathaniel, el hombre vivo de este trío, que fantasea anhelante mientras busca una mujer que sea una puerta que "él pudiera atravesar y cerrar a sus espaldas" y me enternece Lesje, la vulnerable ucraniana que se abandona a melancólicas ensoñaciones protagonizadas por sus amigos vertebrados. Dibujados muy bien por la autora el rencor, el orgullo y la culpa, me creo los abismos que todos los personajes sienten que se abren a sus pies, sorprendiéndome la facilidad con que todos ellos, ante la evidencia de que seguirán abriéndose siempre de vez en cuando ya que nada se acaba, barajan la idea del suicidio ante la certeza de que el paraíso no existe. Descorazonadora, pesimista y cruda, de 7.