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Difícil de leer

AutorGabriella Campbell el 31 de agosto de 2012 en Divulgación

Lectura difícil

El Publishers Weekly ofreció hace poco una lista de libros que consideraba los más difíciles de leer. Se trataba de una selección realizada por Emily Colette Wilkinson y Garth Risk Hallberg, que llevan una sección especializada en la web de crítica The Millions, dedicada a comentar y analizar los libros que más trabajo les han dado como lectores, estudiantes o profesionales. Para ellos, los libros más difíciles eran El bosque de la noche, de Djuna Barnes; Historia de una bañera, de Jonathan Swift; La fenomenología del espíritu, de Hegel; Al faro, de Virginia Woolf; Clarissa, de Samuel Richardson; Finnegans Wake, de James Joyce; El ser y el tiempo, de Heidegger; La reina de las hadas de Edmund Spenser; Ser norteamericanos, de Gertrude Stein; y Mujeres y hombres de Joseph McElroy.

Más allá de su anglocentrismo (si nos ponemos a analizar las grandes obras de la historia literaria de nuestro país seguro que también damos con unas cuantas de lectura muy compleja; La voluntad de Azorín, por ejemplo, no es una obra que uno suela llevarse a leer a la playa), la lista es, por supuesto, subjetiva, y se basa en un amplio surtido de factores. Un libro no es difícil solo porque sea muy largo, o muy denso, o porque está repleto de palabras cuyo significado desconocemos. A veces la dificultad está en su tema, en su recursividad, incluso en su estructura. Y tal vez su dificultad surja del reto, de lo que todavía no hemos conseguido, ya que tendemos a considerar complicadas aquellas obras que no hemos terminado. Aquellos que hemos finalizado son ya desafíos alcanzados, y si fueron lentos, arduos y cuesta arriba no lo recordamos, debido a su característica de obra derrotada. Para mí, e imagino que para muchos, el libro difícil es aquel que he tomado una y otra vez y que nunca he sido capaz de terminar. La diferencia entre un libro difícil y un libro que no merece la pena es precisamente esa: que con el libro difícil lo seguimos intentando. En otras ocasiones, respondemos a una recomendación de personas cuyo criterio respetamos; es por esta razón por la que empiezo una y otra vez Rayuela, El cuarteto de Alejandría y La crítica de la razón pura, si bien terminan, por lo general, regresando a la estantería. Lo siento, Cortázar, y lo siento, Durrell, pero sospecho que a estas alturas debería abandonar vuestras obras. Esos son mis libros difíciles, las obras cuya prosa me cansa y aturde, cuya forma no termina de casar con la estética que busco y disfruto. Con Kant, sin embargo, lo seguiré intentando. El valor del contenido es suficiente como para intentar superar la barrera de lo espeso y en ocasiones indescifrable.

¿Cuáles son vuestros libros difíciles, aquellos que habéis intentado leer pero que os han superado? ¿Cómo diferenciáis entre libros difíciles pero meritorios y aquellos que simplemente no nos llenan, ni ahora ni nunca? Esperamos vuestras aportaciones, como siempre, en los comentarios.

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