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Literatura española… adaptada (II)

AutorVíctor Miguel Gallardo el 15 de agosto de 2011 en Divulgación

Surcos

Después de hablar de Berlanga y Azcona, de Fernán Gómez y Bardem, y por supuesto de Buñuel, debemos hablar de otros grandes cineastas españoles y de las adaptaciones que hicieron de obras literarias. Y es casi imposible no empezar por Los santos inocentes (1984), una obra maestra del cine mundial dirigida por Mario Camus a partir de la novela homónima de Miguel Delibes. No es gratuito denominarla obra maestra: es sin duda una de las cumbres del cine español de todos los tiempos, y les valió tanto a Paco Rabal como a Alfredo Landa, los dos protagonistas principales, multitud de elogios y premios, entre ellos el premio a Mejor Interpretación Masculina, compartido, en el Festival de Cannes. El retrato que Delibes hizo del campo extremeño durante la década de los 60 es trasplantado a la pantalla de forma brutal en una obra prácticamente perfecta que es de obligada visión para cualquier aficionado al cine. No es, además, la única adaptación que Camus ha dirigido: entre otras suyas son La ciudad de los prodigios (1999), basada en una obra de Eduardo Mendoza), Con el viento solano (1966) y Los pájaros de Baden-Baden (1975), de Ignacio Aldecoa o La leyenda del alcalde de Zalamea (1973), de Calderón de la Barca. Aunque, sobre todo, hay que reseñar otras tres adaptaciones de obras más que importantes de la literatura española: La colmena (1982), basada en la inmortal novela de Camilo José Cela, La casa de Bernarda Alba (1987), que convierte en cine la obra teatral de Federico García Lorca, y, esta vez para televisión, Fortunata y Jacinta (1980), basada en la obra de Galdós.

Otra importante película de nuestro cine, El sur (1983), de Víctor Erice, se basó en un relato de la pacense Adelaida García Morales. Víctor Erice es un cineasta atípico: sólo ha firmado cuatro largometrajes, el último de ellos en 1992, dedicándose desde entonces a los cortometrajes y, sorprendentemente, a los denostados mediometrajes. Su último trabajo es un corto que aparecerá en una película colectiva a beneficio de los damnificados por el terremoto y posterior tsunami que asoló el noreste japonés hace unos meses. Pero, pese a su cortísima filmografía (cuatro largometrajes en cuarenta años de profesión), sigue siendo considerado como uno de nuestros más importantes directores.

Una película imprescindible para comprender el cine español es Surcos (1951), dirigida por José Antonio Nieves Conde, un interesante (y olvidado) director español de la posguerra, cercano a las posiciones falangistas, que aportó un toque diferencial al cine de los años cuarenta. En una época en la que primaba el cine propagandista, el moralista o el folclórico (los tres únicos géneros que contaban con el beneplácito del régimen franquista y que pasaban fácilmente los filtros de la censura), Nieves Conde firmó unas cuantas películas de cine negro hoy casi inencontrables. En Surcos, su obra maestra, contó con la ayuda en el guión de uno de los falangistas (por conveniencia, hay que añadir) más famosos, el escritor Gonzalo Torrente Ballester, todo a partir de una idea original del también falangista (aparte de escritor) Eugenio Montes. El que Montes, que había sido uno de los fundadores de la Falange, y Torrente Ballester estuvieran involucrados en la película ayudó, sin duda alguna, a que ésta, pese a ser calificada por los censores como “de contenido social muy duro”, pudiera llevarse a cabo y estrenarse. Con un coste total cercano a las ochocientas mil pesetas, la película supone el inicio en España del cine de crítica social que Berlanga y Azcona perfeccionaron.

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