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La sonrisa del jaguar: Salman Rushdie en Nicaragua

AutorVíctor Miguel Gallardo el 8 de febrero de 2009 en Reseñas

jaguar

Cuando el autor británico de origen indio visitó Nicaragua en 1986 todavía no era mundialmente famoso: su obra Hijos de la medianoche, publicada en 1980, le había convertido en un autor premiado y leído con profusión, mas todavía faltaban dos años para que Los versos satánicos lo catapultaran al ojo del huracán mediático. En muchas partes del mundo habría sido recibido con indiferencia, pero la Nicaragua sandinista era distinta. Tal como certificó Rushdie tras visitarla, y en concordancia con lo que aseguraban los miembros de la intelligentsia revolucionaria, Nicaragua era un país de poetas. Muchos eran, desde luego, los intelectuales comprometidos con la revolución sandinista; y como tales, como hombres y mujeres instruidos, recibieron a Rushdie en su país.

Rushdie viajó a Managua predispuesto a sentir simpatía por el gobierno nicaragüense. Como reconoció en La sonrisa del jaguar, libro en el que narra su experiencia en el país centroamericano, sentía que la India y Nicaragua formaban parte de un todo: un Tercer Mundo que intentaba cortar las cadenas con los gobiernos y las empresas del Primer Mundo. Para los sandinistas la llegada de Rushdie, que coincidió en el tiempo con el viaje al norte de Nicaragua de docenas de asesores agrícolas del Medio Oeste estadounidense descontentos con las injerencias de la administración Reagan en América Central, suponía una gran oportunidad para lavar la cara de un gobierno acusado de dictatorial y censurador. Le pusieron todo tipo de facilidades para conocer el país, pero no pudieron ocultarle parte de la verdad del momento: el centro de Managua, por ejemplo, seguía estando arrasado tras el terremoto de 1972, incapaz el gobierno de reconstruir la zona cuando el resto del país tenía cosas más importantes en qué pensar. Por ejemplo, en la guerrilla que asolaba el norte de Nicaragua. O en las crisis de alimentos y de sanidad, parcialmente subsanada esta última con la ayuda de médicos cubanos acostumbrados a ejercer con los medicamentos y el material justos.

Sandinista

La buena predisposición de Rushdie se traslada a un libro escrito con el corazón en el puño. No puede evitar criticar la censura de los medios de comunicación no afines al gobierno, aunque comprende las razones dadas por los sandinistas (principalmente la sospecha de que aquellos se financiaban con dinero estadounidense, el mismo que mantenía a la guerrilla de la Contra). También critica veladamente a ciertos miembros del gobierno, pero nunca con tal virulencia como a la entonces opositora (y posteriormente presidenta del país) Violeta Chamorro, a la que prácticamente acusa de vivir de espaldas a la realidad nicaragüense.

Interesante también resulta el relato de su visita a uno de los lugares más olvidados de América, la Nicaragua caribeña, una zona anglófona con gran población de origen africano y prácticamente incomunicada con la Nicaragua del Pacífico. En ella el sandinismo apenas era comprendido por las comunidades indias que, en beneficio de la Revolución, habían sido reasentadas para aumentar la productividad y hacer más llevaderas para los médicos y profesores sandinistas sus funciones. Un error toda vez que algunas de las etnias amerindias eran antagónicas y, ante todo, reacias al traslado, lo cual desembocó en que muchos de esos indios acabaran luchando a su vez contra el invasor blanco hispanoparlante que venía desde el este del país.

Más de dos décadas después de su publicación, La sonrisa del Jaguar sigue siendo de lectura más que recomendable para aquel que quiera saber más de las revoluciones latinoamericanas de izquierdas que, ahora más que nunca, le ganan terreno al liberalismo imperante desde las guerras de independencia.

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