Desde la llegada de Helen Gurley Brown a su redacción en el año 1967, la revista Cosmopolitan dejó de lado sus pretensiones literarias e informativas y abogó por producir una publicación radical que se adaptara a las necesidades y gustos de un nuevo público objetivo: la mujer liberada. La mujer liberada respondía a todos los preceptos de la tercera oleada feminista: exigía los mismos derechos que los hombres pero no se privaba de ponerse zapatos elegantes o de gastar un porcentaje de su sueldo en ropa de diseño, era trabajadora eficiente (probablemente empresaria), madre de niños adorables y amante/esposa/novia de un hombre igualmente liberado. Lo que la revista Cosmopolitan no pudo prever al crear este prototipo, esta “chica cosmo”, es que estaba a la vez creando un monstruo. La mujer que dirige una empresa, es una madre perfecta, una amante espectacular, y que abandonó hace tiempo la ingestión de alimentos es una imposibilidad física; pero muchas siguen pensando que la oferta de múltiples oportunidades exige que se aprovechen todas ellas y que la lucha por la perfección está estipulada en la biblia Cosmo y en miles de revistas nacidas bajo su acogedora sombra.
La chick-lit surge, inicialmente, como respuesta a esta imposibilidad física impuesta en una sociedad que, si bien todavía no ha obtenido la igualdad entre sexos, se ha vuelto más exigente con la mujer moderna. Este post-post-feminismo de mujeres que alternan Vogue con el New Yorker reclama una nueva literatura, una literatura que, aparte de amena y divertida, refleje el estrés causado por querer serlo todo. Así nacen obras de mayor o menor grado de realismo, con imágenes ya icónicas: desde las familiares bragas de abuela de Bridget Jones creadas por Helen Fielding a los tacones imposibles de Carrie Bradshaw imaginados por Candace Bushnell. Un nuevo tipo de mujer equivale a un nuevo tipo de libro, y si bien Danielle Steele y Jackie Collins pueden seguir causando cierta fascinación (como también lo consigue Corín Tellado) con sus historias de altos vuelos y pasiones prohibidas, son nombres como Marian Keyes (Lucy Sullivan se casa) o Lauren Weisberger (El diablo viste de Prada) los que se llevan el gato (léase el cheque) al agua (léase al bolsillo). Aparte de que la edad a la que se dirige este tipo de literatura es menor (entre veinte y treinta años) que a la que se dirigen géneros como la novela romántica, otro distintivo de la chick-lit es la nueva relevancia que adquieren elementos como la familia, las amistades y el trabajo frente al elemento dominante de la novela romántica y otro tipo de “literatura para mujeres”, que es la relación sentimental. Como cualquier producto de éxito, se especializa hasta límites insospechados, como atestiguan los nuevos subgéneros de chica-lit (dirigida a la comunidad latina estadounidense de clase media), la teen-lit (dirigida a adolescentes), la hen-lit (dirigida a mujeres maduras) o la ladki-lit (dirigida a mujeres indias).
En estos tiempos de penuria económica, en los que pierden audiencia las series de televisión que muestran personajes ricos y poderosos, podemos preguntarnos hasta qué punto seguirá siendo atractiva una literatura enfocada hacia la mujer blanca heterosexual, financieramente independiente y exitosa en el trabajo. Tal vez pidamos a voces una aproximación más justa a nuestra realidad, realidad en la que empiezan a cobrar importancia aspectos no necesariamente basados en la marca de nuestros zapatos o el diseño de nuestro vibrador. Pero claro, entonces leeríamos a Kafka, y no a Sophie Kinsella.
7 de febrero de 2009 a las 16:28
A mi me recuerdan mucho a los libros para (pre)adolescentes, ¿literatura para mujeres inmaduras?
30 de abril de 2009 a las 16:04
[…] Aunque si le gusta Sexo en Nueva York tienes muchos libros de este “estilo” como ya reseñamos aquí hace un tiempo. […]
15 de marzo de 2018 a las 12:42
Me da la sensación que a veces se pide al género chick lit más de lo que puede dar. Las novelas de este tipo sólo pretenden hacer pasar un rato divertido, reflejando las situaciones cotidianas de las mujeres con humor. Aunque también es verdad que a menudo se pierde de vista que hay tantos problemas como mujeres, y que no todo se reduce a ir de compras o adelgazar.