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De nuevo los personajes son seres que viven hacia dentro y parecen carecer de habilidades para relacionarse y expresar lo que sienten. La comunicación entre ellos es sencilla y muchas veces parecen haberse quedado en una inocencia infantil. De fondo, como en otros libros japoneses, tengo la sensación de ser la observadora de la convergencia por azar de unos seres que viven en soledad.
El libro transcurre apaciblemente y resulta entrañable.