Resumen y sinopsis de De pronto oigo la voz del agua de Hiromi Kawakami
«No me gusta hablar del pasado.Mamá lo repetía a menudo, casi en un susurro, pero nada más decirlo empezaba a hacerlo.»
Un hermano y una hermana retornan a la casa de su infancia, al lugar de la felicidad, de los deseos y de los secretos prohibidos a punto de ser revelados. Los recuerdos luminosos se mezclan con los que irrumpen arrasando con todo: el tacto delicado del lino se mezcla con el tumulto que huye del ataque con gas sarín; los silencios dolorosos de la familia con el sonido de los insectos de montaña. Con la maestría casi artesanal que la caracteriza, Hiromi Kawakami vuelve a construir un mundo frágil y sensual en el que los destellos y las sombras se abrazan de manera única. Escrita tras la tragedia del terremoto y el tsunami que asolaron Japón en 2011, esta novela encarna, con todas sus contradicciones, el deseo de vivir después de la catástrofe.
En su empeño por escribir siempre la misma novela, Kawakami alcanza aquí un alto grado de depuración y refinamiento en ello. Nos encontramos de nuevo con esa voz que recoge con suma meticulosidad una sucesión de instantes frágiles, los de una conciencia que habita una y otra vez en el recuerdo, en la nostalgia, moviéndose adelante y atrás en el tiempo, con abundantes digresiones y descripciones en apariencia irrelevantes que nunca conforman una trama al uso.
Miyako vuelve a la casa que perteneció a su familia mucho tiempo después de haberla abandonado y lo hace en compañía de su hermano, a quien siempre le ha unido un vínculo muy especial. En un instante de crisis personal por la pérdida de un ser querido, en una vivienda afectada por grietas, con habitaciones cerradas y donde ejecutan su interminable tictac los relojes, intenta iluminar así su pasado y su vida, acercándonos progresivamente a un hecho ocurrido una noche de verano, cuando cantaba un pájaro…
Como siempre en la autora, la simpleza de la expresión, la facilidad de lectura, nunca es realmente tal. Las sensaciones físicas, el olor, el clima, los sonidos, forman una amalgama de sensaciones, de pensamientos y frases ambiguas que dan lugar a otras, a veces pueriles, misteriosas, a veces contradictorias, o bien de una aguda lucidez, pero que en todo caso parecen girar en torno a algo nunca dicho, nunca expresado con rotundidad. Aguas cristalinas que corren por un mundo lejano y en penumbra, podría ser la descripción en fondo y en forma de la obra de la japonesa.
Se habla en esta novela de varias generaciones, pero queda la impresión de que son dos las figuras (la madre y el hermano) que marcan a la protagonista y a las que vuelve de manera obsesiva. La relación con la madre, de fuerte personalidad, es difícil, pues existe una distancia, pero a la vez una incapaz de Miyako para afrontar la vida sin ella, lo cual resume en buena medida los vínculos habituales de los personajes de Kawakami. Necesidad afectiva y dependencia, ambas en grado sumo, nunca incompatibles con una ausencia de comunicación, un desapego en esos lazos. Otro rasgo habitual es la presencia de sueños, que se funden fácilmente con lo real.
Historias que parecen repetirse en el tiempo y que se insertan, más como vagas alusiones que otra cosa, con acontecimientos trágicos de la historia de Japón, desde la gran guerra al terremoto de 2011, pasando por los atentados con gas sarín en el metro de Tokio. Se perfila el ambiente tan luminoso como cerrado de una familia que no es una familia, con un secreto que se intuye desde el principio y que finalmente se desvela; sutil, transparente, el relato nos golpea de pronto (aunque nos habían preparado para ello) con un tabú sumamente difícil de digerir, con una conclusión que nos lleva, aún así, a un lugar de tranquilidad, de resignación y de relativizarlo todo dada la insignificancia de nuestras vidas ante el destino y el azar… desde la falta de juicios, la normalidad carente de morbosidad alguna.