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La capilla de la muerte, de Stephen Dobyns

AutorVíctor Miguel Gallardo el 25 de octubre de 2009 en Reseñas

Capilla de la muerte

Aurelius es un pueblecito de la costa este estadounidense, a sesenta kilómetros de Utica y en el área de influencia de Syracuse. No siempre se llamó Aurelius, ya que anteriormente fue conocida como Loomis Corners. La estación de tren se acabó convirtiendo en pizzería, y lo más destacado del enclave es su universidad, mediocre pero con un buen programa sobre caballos.

Aurelius es tan patéticamente anodina que la llegada de un docente argelino a la universidad supone todo un acontecimiento. Sin embargo, el profesor Chihani, tras ser entrevistado por el periódico local, empieza a levantar recelos entre la población, poco acostumbrada a tratar con gente “diferente”. La creación por parte de Chihani de un grupo de estudio llamado Investigaciones sobre la Justicia, de carácter marcadamente marxista, que agrupa a los jóvenes más problemáticos del pueblo, tampoco contribuye a su popularidad.

Por eso, cuando una chica de trece años desaparece, todos parecen sospechar de Chihani y su grupo de seguidores adolescentes. Son extraños y diferentes: dos chicos antisistema, un albino, el típico nerd, el hijo de una vecina casquivana asesinada años atrás… Todos levantan sospechas por diferentes razones, y aunque la policía les sigue de cerca, una nueva desaparición hará que, finalmente, los ya de por sí caldeados ánimos terminen desembocando en una caza de brujas que afectará a todo aquel residente o visitante que tenga algún tipo de conducta inusual. La que sea.

El gran acierto de la novela, sin ninguna duda, es la elección de narrador, probablemente el personaje más trabajado de la obra. Un secundario de lujo, se podría decir, un solitario profesor de colegio que nos da detallada cuenta de todo lo que ocurre a su alrededor basándose en sus observaciones, en lo que le contaron confidencial o públicamente otros vecinos o, incluso, en las habladurías de la gente de a pie en Aurelius. También él es diferente (un hombre soltero que vive solo, rodeado de libros, y sin amores ni pasados ni presentes conocidos, y cuya mejor amiga es una niña de trece años), pero nunca pasa de ser un personaje de relleno en relación a los importantes acontecimientos acaedidos en su entorno. Lo cual, su falta de protagonismo, se agradece, y mucho. Sus reflexiones personales, por otra parte, son con diferencia los mejores pasajes del libro.

La capilla de la muerte, a primera vista, no es más que un buen guión para un telefilme de mediodía. A primera vista. Si se indaga, es más bien una novela sobre el miedo a lo diferente que una sobre asesinos en serie de niñas. Los héroes de la historia, por ejemplo, son un policía obsesionado con su amante muerta, el hijo de ésta (un chico tímido que un buen día arrancó de un mordisco la oreja del matón del barrio), y un periodista que intenta rehacer su vida tras la muerte por cáncer de su esposa. Gente normal, nada de personajes de diálogos brillantes y personalidad arrolladora. El policía es de inteligencia más bien reducida, el chico es un pseudo-marxista que utiliza el sexo como medio de manipulación, y el periodista está tan obsesionado con su insulso trabajo que vive apartado de la realidad. Por lo general, de hecho, otro de los grandes valores del libro es ese, lo bien fundamentados que están la mayor parte de los personajes.

Dead Girls

No obstante, este libro no pasa de ahí. Por alguna razón (más desidia que falta de ideas, con probabilidad), el libro decae en muchos pasajes, derivando hacia, ahora sí, guión de película mala. Muchos personajes, excelentemente construidos, empiezan a convertirse en los estereotipos que podrían esperarse de un mal escritor. Se deshace gran parte del camino andado, las situaciones absurdas, burdamente rematadas para más inri, se suceden en un ritmo vertiginoso que, si bien no cansa, tampoco sacia a un lector al que le habían puesto los dientes largos en capítulos anteriores.

Muchas cosas se pueden salvar de la quema, por supuesto. Para ser una obra bastante mediocre existen escenas, situaciones, diálogos y personajes para enmarcar. También es una novela valiente que trata temas escabrosos (homosexualidad, masoquismo emocional, pedofilia, incesto) con tacto y buen gusto (sí, esto es posible). Aún más, de forma creíble. Hay que reconocerle ese mérito a Dobyns.

El final del libro, sin ser inmejorable, vuelve a subir un poco el nivel tras un desenlace trágico (persecución incluida) que no puede creerse casi nadie (a no ser ayudado de dopaje intravenoso a mansalva y grandes dosis de buena voluntad). La sensación de incredulidad de los personajes, personas normales que se han convertido en monstruos al verse superados por los acontecimientos, violados en la inocencia tranquila en que desarrollaban sus vidas, inunda las últimas páginas. Ya nunca será lo mismo en Aurelius.

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