Resumen y sinopsis de La mujer nueva de Carmen Laforet
Paulina, una mujer de mediana edad, se separa de su marido, cuyo matrimonio es invalidado por las coincidencias contradictorias de la guerra civil y decide independizarse y demostrar que puede valerse por sí misma, acomodándose en un piso en Madrid y, si es necesario, haciéndose cargo de su hijo. Es una nueva vida, llena de desconocidos horizontes, descubre de nuevo el amor y mantiene una apasionada relación amorosa.
Esta historia podría parecer habitual en nuestra época pero La mujer nueva está escrita en los años cincuenta, en plena posguerra y en una etapa de gran represión franquista lo que hace de esta novela una precursora en España de una literatura feminista.
Esta nueva edición incluye las palabras de Roberta Johnson en un prólogo que nos acerca a la relación entre la autora y la protagonista de la novela, así como a la recepción por parte del público —ora entusiasta, ora incómoda— de una novela inconformista. Como señaló Laforet, «Si algún valor tiene La mujer nueva, a mi juicio, es el de señalar una rebeldía».
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Paulina, de excepcional carácter y personalidad, está infelizmente casada con un hombre rústico, con quien no tiene nada en común. También está atrapada en una tormentosa relación adúltera con su abúlico cuñado, después de haber sufrido penosos avatares (enfermedad, cárcel) tras la guerra civil. Un día experimenta un deseo de ruptura con todo y de independencia, y será entonces cuando nazca en ella una vocación religiosa comparable a una iluminación, el descubrimiento de un Dios del que siempre había abominado, pero que le aportará la base sólida que siempre le ha faltado para vivir (por su nombre nos damos cuenta de que es una versión femenina de Pablo de Tarso).
La novela es una crónica de los vaivenes vitales de Paulina, sus contradicciones internas, las vacilaciones de esa fe recién descubierta. El foco se desplaza por distintos y variados personajes y en este sentido, parece que al relato le cuesta centrarse, deshaciéndose en un desorden temporal que se antoja innecesario; cuesta hilar y entender la cronología y las relaciones entre unos y otros. Tenemos unas figuras un tanto excéntricas, pero que se identifican con un carácter piadoso y positivo, mientras que otros son seres más negativos, o bien patéticos, que se alejan de la religión; en tal extremo se encuentra el muchacho delincuente, o encarnación de los más bajos y egoístas instintos que conducen a la ruina, fruto de un excesivo consentimiento materno que lleva al peor de los desenlaces (parece que un ramalazo “noir” se apodera aquí por instantes del libro)...
A destacar también la variedad de los escenarios, que van desde las poblaciones mineras de la región leonesa, abandonadas, aisladas y aún bajo el dominio de una aristocracia rural, al Madrid en pleno desarrollismo urbano posterior a la guerra, donde se hacinan los pobres en viviendas míseras; la autora de “Nada” despliega su escritura impresionista, plena de imágenes sensoriales.
Se entiende que fuera un texto polémico o incomprendido, pues precisamente dicha ideología católica parece lo más contrario que pudiera haber a la liberación femenina (para muestra, la decisión que nuestra heroína acaba tomando...). Una primera lectura nos puede hacer pensar que tenemos un panfleto cristiano entre manos, con el que cuesta conectar, o una obra en clave autobiográfica que agota cualquier otra interpretación. Lo cierto es que las digresiones al respecto son muy explícitas, y que la “conversión” sólo se entiende como un acto ajeno a la voluntad (Paulina no elige la fe, es Dios quien obra su salvación). Pero más allá de este hallazgo inicial (el pasaje donde se narra el primer arrebato místico durante un viaje en tren puede ser el mejor fragmento del libro), es ella quien está siempre en el centro, su lucha por entenderse a sí misma (pues tampoco ha nacido para la santidad...), determinar su destino, sus elecciones; la fe experimentada como un renacimiento existencial, un descubrimiento gozoso y vitalista, contraria a una praxis rancia, santurrona y de muy limitados horizontes, heredada y practicada tan a menudo de manera hipócrita.
Sé que hay que tener en cuenta la fecha y el contexto histórico en el que está escrito, pero eso no quita que me haya parecido un panfleto.