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Leo el último libro de Jesús Ferrero, "La noche se llama Olalla" que, si bien tiene un buen comienzo, carece de una atrayente trama (un profesor -al que le gusta seducir a alumnas a las que obliga a leer a Sade- y dos amigos, drogan con burundanga a Olalla) y está lleno de discrepancias narrativas (Bastian está sin pantalones porque se los ha cortado la ama de la sesión de sado pero cuando a continuación lo torturan, lo primero que le queman son sus pantalones que -milagrosamente- mantiene puestos; Gaby y la investigadora -misma protagonista de su anterior libro "El beso de la sirena negra"- increiblemente saben lo mismo que el lector que es testigo directo de los hechos que están ocultos para ellos; Victor consigue información al coincidir -es mucha casualidad- con un limpiador despedido por explorar los ordenadores; el escritor zamorano dice que Víctor conoce al ex-policia de alguna tarde en el club de tiro cuando en toda la novela Víctor no va al tiro ni parece que tenga tiempo para ello; el diario de la protagonista -al que el autor intenta darle un contenido profético- tiene palabras demasiado cultas para una chica de 20 años,...). No empatizo con los/as protagonistas, no me creo el poder de los muertos sobre los vivos, sobra la recreación de los hechos del capítulo 26 y el escritor no aborda problemas y cuestiones sociales ni profundiza al adentrarse en las zonas oscuras del ser humano. Se lee bien pero me ha desilusionado.