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Es este un relato que desparrama angustia y dramatismo sobre lo que vivió Argentina en la segunda mitad de los años setenta... y sobre cómo lo vivía Pablo Epstein, el personaje (¿autobiográfico?) central. Culpógeno, temeroso, hipocondríaco, atormentado, neurótico obsesivo, crítico social y autocrítico hasta la exasperación. Sufriendo sus propias carencias afectivas y de identidad (es un católico circuncidado y reniega de ambas religiones), resentido con su hermano, con su país y sobre todo con su madre, puesta como pretexto inexcusable de su desdicha personal. La narración se desarrolla con saltos en el tiempo, con cambios de narrador que no hacen gran diferencia, con una escritura angustiosa repleta de comas, repeticiones y metrallas de adjetivos sucesivos que hacen más dramático el relato. Hay desde análisis filosóficos ortodoxos hasta crítica social, con la ideología política como permanente estandarte, la crítica dolorosa y un desaliento sociopolítico personal que ocupa cada capítulo. No me pareció una novela en el estricto sentido de tal forma literaria, sino más bien un argumento como pantalla sobre el que se inyectan arrebatadamente las angustias, vivencias y opiniones del autor sobre la vida argentina en los comienzos de la dictadura militar de los setenta.
El personaje de Feinmann, Epstein, hibrido de católico y judío, se completa con la dialéctica de Hegel y Marx y encuentra en las posibilidades totalizadoras y lineales de la historia de fines del 60 y de 70, su paraíso ideológico, su identidad, su completud. Es neurótico, compulsivo, contradictorio y, conjugando todo ello, es brillante. Desplegando una cobarde valentía, o una valerosa cobardía, se producen en el, acentuadas, intelectualizadas, e implacablemente lúcidas, las mismas contradicciones morales, metáfisicas que enfrentó toda una generación. Con implacable lucidez, Feinmann se mete de lleno en el Terror, en nuestro Auschwitz criollo y describe, como tal vez ninguna otra obra de la literatura contemporánea, el pasaje inevitable de lo exterior a lo interior, de la macro-carnicería del afuera a la micro-mutilación del interior, el dolor, la angustia, la representación perenne de la tortura, la expectación macabra, la angustia, la espera. Epstein se despliega ante nosotros como un anti-héroe reconocible, caótico, paranoico, un burgués que adolece de ello, un teórico de las masas sin conocerlas. Es, además, un buscador incansable de culpas para justificar su propio martirio, un revisor inagotable de su propia responsabilidad y su auto reprochada torpeza. En esta novela densa, filosófica, Feinmann traza un mapa moral de la argentina del Terror, de sus complicidades, de sus silencios, de sus bajezas y sus triunfos, pero también la cartografía esencial de la conciencia, de los terrores más profundos, de la culpa como condición de posibilidad para la neurosis y la enfermedad. Para llegar a tales honduras, quizá Pablo Epstein sea el disfraz con el que propio autor revele una autobiografía con vocación de novela, tal vez para comprender y comprender a su propio país, ese monstruo voraz que se comió a treinta mil de sus hijos. Y en ese carácter es implacable consigo mismo, desnuda sus emociones, su intelectualidad brillante y sutil con una sinceridad rayana con la autoincriminación. Novela esencial para comprender la Argentina del Terrorismo de Estado.
Nuevamente Feinmann no decepciona. Tremendo, neurótico y espeso relato de la vida de Pablo Epstein y la relación con su madre. Notable, lucido y recomendable absolutamente.