Resumen y sinopsis de La sequía de James Graham Ballard
El ciclo de novelas apocalípticas de J. G. Ballard se inicia con la publicación de El viento de ninguna parte (1962), y continúa con El mundo sumergido (1962), La sequía (1965), El mundo de cristal (1966) y Crash (1973), libro en el que la atención de Ballard se vuelve a los holocaustos cotidianos y actuales. La sequía describe un mundo en el que la desaparición del agua trastoca el tiempo, el espacio, y el sentido de la propia identidad, despojada ahora de asociaciones y puntos de apoyo y referencia.
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Una sequía global originada por la contaminación oceánica, que impide el ciclo del agua, condena a la humanidad a habitar una tierra estéril, con los ríos y los lagos secándose y la cercanía a la costa como única opción de supervivencia.
La idea no es un simple marco fantástico para una trama de aventuras, heroísmo y demás patrones propios de un universo moral convencional, sino la esencia misma de un libro alienígena, sin rumbo, a modo de escenas que se suceden confusamente y plagado de situaciones y de personajes extraños, ilógicos, debido a que la realidad misma y la percepción que se tiene de ella han quedado irrevocablemente trastocadas por el cataclismo. Para el doctor Ransom, narrador y testigo ballardiano, entre extrañado e indiferente, de motivaciones tan indefinidas como el panorama ruinoso que le rodea, el tiempo mismo adquiere contornos brumosos, tanto como un paisaje polvoriento que cobra vida gracias a unas poéticas descripciones que nos acercan a ese cuadro de Yves Tanguy al que se hace referencia; formas sólo vagamente familiares, pero pertenecientes a una geografía imaginaria, aberrante, ajena por completo.
La primera parte muestra el comienzo del desmoronamiento de la civilización: ciudades abandonadas, coches estropeados, navíos embarrancados, éxodo humano masivo, frente a quienes forman grupos comparables a la tribu o a la secta, en torno a líderes religiosos enloquecidos, carismáticos, mientras todo se diluye en una fantasmagoría, pierde el sentido de lo real. La segunda tiene lugar años después, tras la pérdida del control gubernamental y el asentamiento de una nueva sociedad a orillas de un mar agonizante, formada por primitivos cazadores de agua; descabellado concepto que, como lector, uno ni siquiera termina de visualizar. La novela termina con el retorno al escenario inicial, siempre tras la pista del preciado líquido elemento. Ha tenido lugar una transformación de los personajes iniciales: el inquietante magnate Lomax y su decadente hermana, el retrasado mental Quilter… todos ellos presencias amenazantes, pero que han derivado en criaturas grotescas, cual actores aislados de un teatro demencial. El desenlace, por su parte, involucra un giro de tuerca que nos lo podíamos imaginar.
Siendo como es la obra de un autor muy suyo, de una idiosincrasia tan particular y en la que tenemos que “entrar”, la novela parece a ratos un texto sin pulir y tiene cierto problema con sus poco aprovechados personajes, que entran, salen, generan unas expectativas que no se cumplen, o bien se exploran conceptos que se quedan en la pura ocurrencia. Con todo, Ballard es un explorador de mundos tan sugerentes, sea en lo intelectual-conceptual como en lo puramente literario, que algo de ello queda, aunque sea sólo a modo de fogonazos de inspiración.
Historia apocalíptica en la cual la falta de agua y la aridez del entorno son notas constantes. Como en "Rascacielos", el autor parte de una premisa interesante, pero el uso excesivo de las mismas ideas satura en parte el devenir del argumento (en este caso, las arenas secas que van avanzando a través de la sequía del paisaje). De todas formas, esa aridez está bien descrita y en general no se hace demasiado pesado de leer, al observar la forma de sobrevivir de los protagonistas ante un mundo en el cual el agua es un bien cada vez más escaso.
Una de las novelas menos interesantes del ciclo de catástrofes publicado por Ballard. Como contracara de "El mundo sumergido", aquí la desaparición del agua trastoca la vida y provoca alteraciones en la mente. No obstante, algo fallido impide que el lector se apasione con su lectura.