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¿Son los escritores monos bailarines?

AutorAlfredo Álamo el 22 de junio de 2018 en Opinión
  • El autor Chuck Wendig hace una interesante reflexión.
  • Los lectores son audiencia, no clientes.

Mono leyendo.

Desde que la industria editorial decidió aumentar el peso del marketing y la publicidad de sus obras, lo cierto es que, como efecto colateral, los escritores pasaron de ser creadores y artistas a convertirse en productores de entretenimiento. El autor Chuck Wendig ha escrito unos tuits donde reflexiona sobre el papel de los autores en el mundo actual de inmediatez y redes sociales. El primer pensamiento que aporta ya deja claro el tono: Los escritores no son vuestros monos bailarines. No sois nuestros clientes.

Al parecer, Wendig ha recibido numerosos mensajes diciéndole cómo tiene que vivir su vida, de acuerdo con las expectativas de otras personas. Esto ya le ha pasado a otros autores como George R. R. Martin o Neil Gaiman. Existe gente que se asoma a las redes sociales y blogs de los escritores para controlar su día a día. ¿Qué haces de viaje en lugar de escribiendo? ¿Qué haces desayunando con amigos? ¿Qué haces jugando a videojuegos?

Pero esto no termina solo en la necesidad de los lectores por ver terminadas nuevas obras. También está el grupo que se cree con el derecho de que le contestes siempre. Seamos serios. Un escritor tiene su Twitter o Facebook y, si lo maneja él y no hay alguien contratado para hacer marketing, no va a estar 100% disponible para todo el mundo. Es más, ni siquiera tiene que hacer algo que no le apetezca. ¿Por qué? Porque ni es una marca ni es una empresa.

Otro punto que destacar es que un autor puede opinar de política o no. Si lo hacen, eso sí, se arriesgan a generar horas de quijotescas discusiones. Pero lo que no puedes hacer es decirle que los autores no pueden tener opinión política, o que los libros deben estar libres de este pensamiento. De hecho, los libros deben tener un bagaje político, al menos los más interesantes.

Otra cosa: los autores no son una especie de servicio técnico. Es decir, no están ahí para atender tus quejas sobre cómo es un libro. Los libros son. Si están dañados físicamente, es cosa de la editorial. Si no te convence un personaje o no te gusta un final, el autor, como mucho, puede escuchar tu crítica, pero, desde luego, no tiene por qué darte la razón. Ni cambiar de opinión. Todo lector tiene derecho a expresar su desencanto con una obra, desde luego, pero nada más.

Según Wendig, las historias no son batidoras, televisiones o tostadoras. No estamos hablando de algo que se enchufa y funciona o no funciona. Las novelas son contenedores de numerosas ideas, no son cosas físicas y ya está. Hay un objetivo más allá que el de vender libros.

Y es que, siempre según Wendig, el lector no es un cliente. Es parte de la audiencia. Siempre que así lo quiera, claro, nadie obliga a nadie a que le guste algo. Pero si estás ahí, muchas gracias. La cosa también funciona al revés, claro. Como lector, tampoco le debes nada al autor, no hace falta que hagas reseñas, o le des las gracias o le hagas publicidad en la red.

La idea general, que es de sentido común, es que ambas partes disfruten del proceso y que, si se coincide en la red, los dos puedan tener algo de tiempo para conseguir una relación breve y constructiva.

En definitiva, los escritores no son monos bailarines. En todo caso, unicornios al galope.

Vía: Twitter de Chuck Wendig

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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