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Cuando Arthur Conan Doyle liberó a un hombre de la cárcel

AutorAlfredo Álamo el 20 de junio de 2018 en Divulgación
  • El creador de Sherlock Holmes se implicó en un caso criminal.
  • El caso Oscar Slater levantó una gran atención mediática.

Vieja cárcel.

William Roughead fue un abogado y escritor escocés que acabó especializándose en cubrir para diversos diarios los casos criminales más importantes de su época. Sus crónicas se hicieron muy conocidas y su estilo, siempre manteniendo una cierta distancia y buscando que el lector sacara sus propias conclusiones, se considera como precursor de los libros sobre crímenes reales. Pero el caso de Oscar Slater era diferente.

Corría el año 1909. El caso Slater se había hecho famoso: un inmigrante judío alemán había sido acusado del asesinato de una mujer de 80 años, mientras robaba en su casa. El juicio fue muy rápido y el veredicto de culpabilidad apenas tardó una hora en ser acordado. Sin embargo, Roughead, que había asistido al juicio, creía que el condenado era, en realidad, inocente.

Las pruebas eran endebles y hubo numerosas irregularidades, pero dio lo mismo. Roughead manifestó su disconformidad tanto en el periódico como a cualquiera que quisiera escucharle. Teniendo en cuenta que era un veterano en el mundo del crimen, no es de extrañar que algunos expertos le hicieran caso. El más famoso de todos fue Arthur Conan Doyle, el creador del mayor detective de la ficción, Sherlock Holmes.

Roughead mantuvo la inocencia de Slate durante 20 años, incluso testificando a su favor en una vista que decidía si se mantenía en la cárcel para siempre o era liberado. En 1935, escribió un contundente ensayo sobre el tema, denunciando las numerosas injusticias que se habían cometido con Slater. También destacó la ayuda de Doyle, a quien llegó a calificar de “paladín de las causas perdidas”.

En una época de fuerte antisemitismo y xenofobia, el caso Slater podría entenderse como el caso Dreyfuss inglés, donde Doyle acabaría ejerciendo de Zola. El autor escocés escribió El caso de Oscar Slater (1912) donde desmontaba gran parte de las pruebas de la acusación, que había sido incapaz hasta de demostrar que estuviera remotamente cerca del lugar de los hechos y carecía de testigos. De hecho, hasta el voto del jurado fue manipulado, ya que no había sido unánime, algo que iba en contra de las leyes inglesas del momento.

Los esfuerzos de Doyle no cuajaron y sus argumentos, descartados. Eso enfadó a Doyle, que cargó públicamente contra las autoridades, que no querían reconocer sus errores. Con el tiempo lo dejó un poco de lado, reclamando la liberación de Slater de vez en cuando, mientras seguía escribiendo novelas y profundizando en el espiritismo.

En 1925, Slater le solicitó ayuda personalmente. Doyle, que llevaba un tiempo lejos del caso, decidió volver a implicarse. Aportó financiación para la publicación del libro La verdad sobre Oscar Slater, donde se denunció que la policía había fabricado pruebas y órdenes de registro. Este libro levantó una gran polémica en Escocia y fue entonces cuando Doyle y Roughead acudieron a una vista para ver si Slater era liberado.

La participación de los dos autores fue determinante para que el caso fuera revisado. Slater logró la libertad en 1928, pero su apellido era sinónimo de horribles crímenes y fue incapaz de conseguir un trabajo decente hasta que lo cambió por el materno, Leschziner.

La relación entre Doyle y Slater, sin embargo, acabó muy mal. El gobierno escocés le otorgó al expresidiario 6.000 libras como compensación por sus años de encierro, que no pensó que Doyle esperaba una cierta compensación por todo su tiempo, y dinero gastado, en su liberación. Jamás habían hablado de dinero, y, por supuesto, Slater no tenía otro sustento económico, pero al parecer Doyle se había hecho a la idea de que era algo implícito entre caballeros.

El intercambio de cartas entre ambos se fue haciendo más y más duro, con numerosos reproches, hasta tal punto que llegaron a ir a juicio para ver cómo se tenían que repartir las 6.000 libras. El resultado final fue que Doyle recibiría 250 libras, cosa que hizo pocos meses antes de su muerte. El autor escocés nunca comprendió que Slater decidiera quedarse el dinero, después de los años de esfuerzo que dedicó a su liberación. Algo que cualquiera de sus personajes, mucho más unidimensionales, jamás habría hecho.

Vía: The New Republic

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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