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Vuelve a la Edad Media atando un libro a tu cintura

AutorAlfredo Álamo el 6 de junio de 2018 en Divulgación
  • Se fabricaban libros especiales para llevar siempre encima.
  • Formaban parte del atuendo de algunas personas.

Libro de cintura medieval.

Los libros de cintura aparecen en la Edad Media en un momento en que los libros no eran un bien muy común. La verdad es que eran objetos únicos y no todo el mundo podía disfrutar de una biblioteca; de hecho, la posesión de un solo libro ya era una excepción notable, por no hablar de que muy poca gente era capaz de leer y escribir. Un libro, pues, era tanto un objeto de lujo como uno cultural.

Así pues, no es de extrañar encontrar este peculiar diseño para los libros, que permitía un fácil transporte y una seguridad extra. Son libros de pequeño tamaño integrados en un cinto o faja, o bien enganchados por una aro o anilla a un cinturón más fino. A cambio de esta capacidad móvil y segura, lo cierto es que la encuadernación, en muchos casos, sufría muchísimo con el tiempo.

Además del continuo traqueteo al que se veían sometidos, estos libros eran objeto de una consulta constante por parte de sus dueños, que solían ser religiosos o bien damas de alta alcurnia. ¿Qué libros eran? Bien, en su mayor parte biblias o libros de horas, aunque con el tiempo esto evolucionó a libros de trabajo en manos de médicos, por ejemplo, que llevaban encima siempre su libro de referencia.

De encuadernaciones simples en cuero se pasó a otras más curiosas, con detalles elaborados, tapas y mejores sistemas de apertura o cierre, aunque este tipo de mejoras hacían del libro algo más incómodo y pesado de llevar encima. Hay que tener claro que uno de los laterales siempre se dejaba suelto para poder atarlo, o bien se le enganchaba una pieza de cuero o tela para hacer las veces de empalme.

Si bien se llevaban al cinto, no era raro tampoco que los llevaran por dentro de la ropa, atados al hombro, en bolsas de mano y de cualquier otra forma que permitiera llevarlos siempre cerca. A fin de cuentas, el objetivo de este tipo de libros era el acceso rápido y la seguridad de no perderlo en ningún lugar.

Esta moda, que duró apenas un par de siglos, puede ser contemplada en algunos cuadros y retratos de la época, pero hoy en día no se conservan demasiados de estos libros, bien por su natural escasez de origen, bien por su naturaleza dada a degradarse con facilidad. Apenas unas decenas pueden ser contemplados en un puñado de bibliotecas.

Vía: Atlas Obscura

Fotografía de Wimpfel con licencia CC BY-SA 4.0

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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