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¿Cómo consiguió Sherlock Holmes su nombre?

AutorAlfredo Álamo el 27 de enero de 2017 en Divulgación
  • Doyle le dio muchas vueltas hasta encontrarlo.
  • ¿Os lo imagináis con otro nombre?

Estatua de Sherlock Holmes en Londres.

El primer relato de detectives en el que Arthur Conan Doyle comenzó a trabajar se llamaba La madeja enredada, un título homenaje al novelista francés Émile Gaboriau, uno de los pioneros del género y creador del investigador Monsieur Lecoq en El misterio de Orcyval. Esta novela se publicó cuando Doyle tenía 12 años y fue de gran influencia para el autor británico. Años más tarde, La madeja enredada pasó a llamarse Estudio en escarlata. El nombre de su protagonista es hoy conocido por todos, Sherlock Holmes, pero ¿cómo llegó Doyle hasta él?

La gran diferencia de Doyle con otros autores de la época era su pasión por la narración, la estética y el misterio, frente al serial lleno de intriga facilona y mucha sangre. Se consideraba a sí mismo un esteta, en busca del arte por el arte, alejándose del peso de tener que aportar una lección moral dentro de sus escritos.

Dentro de la creación de su personaje principal, Doyle se fijó especialmente en una persona real, el doctor en medicina Joe Bell. De él sacó algunos de los rasgos físicos que luego aplicaría en Holmes, así como la intensidad de su pensamiento lógico. Doyle pensó que un personaje que pudiera aplicar el razonamiento y el conocimiento para resolver crímenes igual que el doctor Bell para diagnosticar enfermedades, sería de lo más interesante.

En las notas de ese primer relato, Una madeja enredada, Doyle se descubre como un pensador de escenas, muy visual. Describe los momentos principales del cuento casi como en un guion. Pero también deja claro que las aventuras de ese detective, todavía sin nombre, tenían que narrarse a través de un tercero, alguien que aporte una visión más humanitaria y científica, que compartiera con él mismo la pasión por la medicina.

Su primer Watson no fue Watson. Barajó el nombre de Ormond Sacker. Había un hospital infantil cerca del Museo Británico llamado Great Ormond Street Hospital. Sacker era el nombre de la calle de otro importante centro, el Royal Waterloo Hospital. Varios de los primeros nombres que barajó para sus personajes estaban creados de esa manera, a partir de calles y lugares con un significado especial para él. Al final se decidió por un nombre más prosaico: John Watson, posiblemente a partir de su amigo James Watson.

Lestrade fue una excepción. Doyle decidió asignar este apellido francés tan poco común al inspector de policía, posiblemente como homenaje a Joseph Alexandre Lestrade, un compañero de estudios en la Universidad de Medicina de Edimburgo. El otro inspector de sus obras, Gregson, parece referirse al reverendo J. Gelsen Gregson, el cual predicaba en una iglesia baptista cercana a la casa del autor.

Pero, ¿y Sherlock Holmes? Al parecer, Doyle no quería usar un apellido que definiera directamente al personaje, como hacía Dickens, nada de Mr. Sharp (ingenioso, mordaz) o Mr. Ferret (fisgón), quería algo inusual, algo que fuera completamente nuevo. Hizo muchas combinaciones de nombres y apellidos, uno de los cuales, con el que casi se queda, fue Sherrington Hope.

Al final decidió quedarse con Holmes como apellido, posiblemente por su cariño por los textos de Oliver Wendell Holmes. Holmes es un apellido bastante común en Inglaterra, especialmente asociado con la ciudad de Londres. Así pues, Sherrington Hope pasó a Sherrington Holmes y de ahí a Sherrinford Holmes.

A medida que definía a su personaje, más vueltas le daba al nombre. Holmes -que ya era Holmes- era un pensador, coleccionista de violines raros, de ojos grises penetrantes con una nariz fina y aquilina. Alto, lleno de confianza y vigor. Siempre con las manos manchadas por productos químicos, fuerte, pero capaz de realizar ajustes delicados.

No, Sherrinford no era nombre para Holmes. Así que siguió buscando. Otro de sus compañeros se llamaba Patrick Sherlock; Carmel Sherlock es el protagonista de una historia de Le Fanu. Mientras Doyle estudiaba medicina en Edimburgo, en Londres destacaba el inspector jefe William Sherlock de la División L, cuyas andanzas fueron reflejadas en diarios y publicaciones especializadas en sucesos criminales.

No es de extrañar que Doyle llegara a saber de este inspector, teniendo en cuenta que llegó a aparecer en The Times. Más tarde llegaría a aparecer otro Sherlock, James, en la policía londinense, e incluso un inspector más: Thomas Sherlock. Si el escritor escocés estuvo revisando sucesos e historia policial reciente en Londres, es inevitable que se hubiera encontrado con alguno de estos nombres.

Así que un día, sin más, sus notas cambiaron. Sherrinford desapareció para dar paso a Sherlock Holmes, el nombre característico que todos conocemos. ¿Cómo habría sido la historia de mantener Sherrinford? La verdad es que Sherlock suena muchísimo mejor, ¿no os parece?

Vía: Literay Hub

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(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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