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1984 vs. Un mundo feliz. ¿Hacia dónde nos dirigimos?

AutorAlfredo Álamo el 26 de enero de 2017 en Opinión
  • Orwell y Huxley trazaron dos futuros cada vez más realistas.
  • ¿Cuál de ellos parece más factible?

Cámara de vigilancia en una pared.

¿Dictadura del pensamiento o control a través del placer? ¿Restricción de la libertad de pensamiento o anulación de la voluntad? 1984 y Un mundo feliz son dos de las más grandes obras literarias del siglo XX, dos novelas cuya capacidad de anticipación ha comenzado a hacerse cada vez más patente a medida que nos adentramos en el siglo XXI. Hasta hace pocos años, parecía que Huxley había acertado más que Orwell, pero tras la subida al poder de Trump en Estados Unidos parece que 1984 podría estar recuperando su ventaja.

Es irónico que una obra concebida para proyectar los peligros del estalinismo desbocado acabe siendo un ejemplo de lo que puede pasar en un futuro dominado por una élite neoliberal. El Gran Hermano sigue siendo el mismo, el que vela por nosotros y controla lo que es cierto y lo que no a través de un retorcido uso del lenguaje.

Pero Huxley tampoco se queda atrás. Su visión de una sociedad en la que prima el egoísmo, el placer personal, el hedonismo, y donde las estructuras sociales dejan de depender de las tradicionales clases marxistas, está también muy cerca. Ahora que nadie es obrero y todo el mundo es clase media, se reclama el derecho a vivir la vida como uno quiera, a disfrutar de nuestro ocio como base fundamental de la existencia.

Sin embargo, el camino de Huxley, que parecía en ascenso, ha ido sufriendo poco a poco con la llegada de la crisis económica que no acaba de desaparecer. Los movimientos sociales, que ya no son tan clásicos, se alejan de esa visión complaciente de la individualidad por encima de todo. Pero alejarnos de ese modelo, con el nacimiento de elementos contestatarios, hace que crezcan las tesis de Orwell.

Y no lo digo yo, es que parece que la administración Trump ha decidido seguir el manual del Ministerio de la Verdad. Si hace poco se hizo famoso el término de posverdad para definir un discurso político en el que los hechos verdaderos pasan a un segundo plano en favor del mensaje emocional, ahora ha llegado una nueva idea digna de la oficina en la que trabajaba Wilbur Smith: hechos alternativos.

La guerra es la paz, libertad es esclavitud, hechos alternativos. Esta idea genial se ha utilizado para defender declaraciones que no se ajustaban a los hechos reales. En lugar de desviar la atención -o no asumir consecuencias por ello-, ahora se asume que se puede no estar de acuerdo con los hechos. Como si fuera algo normal.

El uso del lenguaje para que la realidad se ajuste a una visión política y no para que la visión política se ajuste a la realidad es puro 1984. La manera de dar discursos de Trump o Putin, en los que lo importante es la intensidad y la respuesta emocional y donde los hechos son algo completamente secundario, indica que las ideas de Orwell están tomando fuerza.

Lo cierto es que nos dirigimos a un futuro ya imaginado por estos dos grandes pensadores, una distopía en la que los hechos pasan a un segundo plano en favor de la seguridad y la paz mental, al mismo tiempo que no se pide nada más al ciudadano que una completa lealtad a cambio de una vida placentera en la que no tenga que preocuparse de nada. O de nadie. Una mezcla perfecta de 1984 y Un mundo feliz.

¿Qué pensáis? ¿Es el futuro tan negro como podría parecer? ¿O tenemos margen de mejora? Os esperamos, como siempre, en los comentarios.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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