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La leyenda de Finn McCool

AutorGabriella Campbell el 29 de julio de 2010 en Divulgación

Calzada

La mitología de las diferentes culturas, ya haya llegado a nosotros por tradición oral o lengua escrita, siempre es una fuente de diversas elaboraciones de cuentos, historias y anécdotas. Tienen especial interés las historias que procuran explicar el origen de accidentes geográficos, y tal vez sea Fionn mac Cumhaill (o Finn McCool, como se le conoció en el Romanticismo) uno de los personajes mitológicos al que más despropósitos se le atribuyan en ese sentido.

Una de las leyendas más significativas, que ha cambiado y evolucionado a lo largo de los siglos, según los diferentes autores y pueblos que se han hecho eco de ella, es la relacionada con este épico personaje y la Calzada de los Gigantes, un paso impresionante de roca que se supone unió Irlanda y Escocia al principio de los tiempos. Hace unos 50 ó 60 millones de años, la actividad volcánica de la zona ocasionó ríos de lava que disolvió este paso, dándole al enfriarse una apariencia singular, formando inmensas columnas de basalto pentagonal y hexagonal que crearon una especie de montaña escalonada que hoy en día es un punto de visita obligado para cualquier turista. Obviamente en la época en la que se formó el inicio de la mitología irlandesa y escocesa no andaban muy informados en lo que a geología se refiere, y atribuyeron la destrucción de este paso, con su singular formación, a una rencilla entre sus héroes locales: los gigantes Fionn mac Cumhaill (irlandés) y Benandonner (escocés). La historia presenta diversas variaciones, pero la más común muestra a un Fionn agresivo que decide cruzar el paso que unía Irlanda y Escocia para enfrentarse a Benandonner, pero que al ver el poderío de éste, se echó atrás. Benandonner, envalentonado, decidió hacerle una visita, y la esposa de Fionn, asustada, decidió disfrazarlo de bebé, asegurándole a Benandonner que la criatura que había en la cuna era el hijo del gigante irlandés. Benandonner, viendo el tamaño descomunal del infante, se pensó mejor el desafiar al padre, y huyó aterrorizado de regreso a Escocia, destruyendo la Calzada a su paso, para evitar que éste le siguiera a su tierra. A historias parecidas deben su existencia, según las leyendas, la Isla de Man, el peñón de Rockall o la Cueva de Fingal, entre otros. Ya de por sí se decía que la propia Calzada original había sido construido, bloque a bloque, por el propio Fionn, para evitar mojarse los pies cada vez que hiciera una visita a Escocia.

Fion

La figura de Fionn creció, y las leyendas se multiplicaron, sobre todo aquellas referentes a sus descendientes y seguidores, los Fianna. Fionn se convirtió en una referencia para los irlandeses (y hasta cierto punto también para los escoceses) similar a la del Rey Arturo en Inglaterra: un rey durmiente que regresaría al mundo de los vivos para proteger a su pueblo de alguna gran catástrofe y/o para liderarlos hacia la gloria. Este sentimiento nacionalista en torno a la imagen de un héroe mítico se asentó, como en tantos países, con la llegada del Romanticismo, y se ha mantenido hasta la modernidad, el mismísimo Finnegans Wake de James Joyce se cree que es un juego de palabras con “Finn again is awake” (Finn de nuevo está despierto), en referencia a la venida del gigante. El poeta romántico James Macpherson anunció en 1761 el “descubrimiento” de una serie de manuscritos escritos por el bardo o poeta Ossian (de Oisín, el que se consideraba el propio hijo del héroe Fionn). Fue aquí donde el nombre de Fionn evolucionó hasta llegar al hoy en día más popular y conocido Finn McCool. Oisín, hijo de Finn y de su esposa, Sadbh, habría escrito los poemas épicos componentes del Fiannaidheacht o Ciclo Fenian, narrando las aventuras de Finn y de los suyos. Los poemas de Oisín/Ossian fueron inmensamente populares, hasta que comenzó a dudarse de su autoría. Macpherson había presentado los poemas como una traducción de documentos antiguos, sin embargo todo apuntaba a que se trataba de obras escritas y concebidas por él mismo. Con el tiempo, los estudiosos muestran cada vez mayor convicción de que, si bien Macpherson había sido el autor del ciclo de poemas, éstos se basaban en leyendas ya existentes de la tradición gaélica, y que probablemente hubiera dispuesto de algún documento original en el que basarse. Lamentablemente, su escarnio fue tal que los poemas perdieron popularidad, cobrando mayor notoriedad su existencia como estafa literaria en toda regla por encima de su tremendo valor literario e histórico.

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