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El iPad y los libros

AutorAlfredo Álamo el 1 de febrero de 2010 en Opinión

iPad Bookstore

Lo reconozco, me ha sido imposible no hablar aquí del iPad también, regalándole publicidad a Steve Jobs, el reconocido Señor del Márketing, pero entiendo que un dispositivo tan mediático cuyo dossier de prensa se han comido numerosos periódicos y revistas, sin hacer un poco de análisis o crítica, merece su espacio en Lecturalia.

No voy a hablar del tema más orientado a juegos y aplicaciones, de eso ya hay otros mucho más conocedores de el estado actual de la tecnología que yo, pero teniendo en cuenta el hype generado por las capacidades como lector de libros electrónicos del iPad es necesario dejar algunos puntos claros antes de que la publicidad oficial se haga carne y se convierta en vox populi.

El nacimiento de los lectores de libros electrónicos viene determinado por la tecnología de tinta electrónica -aunque hay variantes, muchas de ellas en proceso-, y tienen éxito por convertir la lectura en la pantalla de un dispositivo en lo más parecido a leer un libro físico. Sin brillo alguno, capaces de ser expuestos a la luz directa del sol, con batería de larga duración, ligeros, los e-readers son unos aparatos dedicados a una función concreta (si dejamos al margen su capacidad para reproducir música): leer.

Por leer, claro, me refiero a que sirven tanto para veinte minutos de lectura como para cuatro horas. Es cierto que las estadísticas de lectura en iPhones e iTouchs, aparatos similares al iPad pero mucho más pequeños, habían mostrado ser altísimas, y la descarga de libros para esos dispositivos similar o incluso superior a los juegos. Sin embargo, y esta es una gran diferencia, en la pantalla de un iTouch se puede leer un rato corto, en el metro, en el autobús, mientras se está de viaje o esperando en una cola. Es un lector de libros de minibolsillo, y como tal cumple estupendamente su función. Ahora, más rato delante de la pantalla llega a ser molesto. Ese es el quid de la cuestión: el iPad es una pantalla igual que la de un ordenador, en la que se puede leer durante un rato, pero que no tiene nada que hacer en comparación con una pantalla de tinta electrónica.

Donde sí que tendrá su nicho, eso parece claro, es en el mundo de las revistas y los periódicos, ideales para lecturas rápidas y que agradecerán las capacidades multimedia -capacidades que se le suponen en un futuro, ya que ahora no hay Flash ni multitarea– que les brinda la plataforma iPad. En los cómics también parece que puede triunfar, ya que el tamaño de la pantalla y el color convierte al aparato de Apple en un gadget interesante, siempre y cuando, claro, no quieras estar muchas horas leyendo tebeos.

¿Quién se ha emocionado con el iPad y su Bookstore? Las editoriales, por supuesto. Apple ha realizado un movimiento completamente diferente al que inició con iTunes y sus canciones a un dólar: los libros van a costar 15$, mucho más que los 9,99 de Amazon y se acerca a la paridad con el libro físico de manera preocupante. Está claro que muchos editores venían reclamando ese tipo de precios desde hace tiempo para los ebooks: según ellos, bajar el precio de los libros depreciaría el valor del producto en general. Luego vendrán quejándose de la piratería, por supuesto.

En resumen, el iPad de Apple es un dispositivo para lecturas cortas y que, por ahora, no supone un cambio en el mundo del libro electrónico y es más que probable que pierda muchos enteros cuando los tablets de la competencia aparezcan con pantallas Pixel-q, capaces de pasar de modo LCD a casi tinta electrónica con sólo apretar un botón.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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