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La no tan secreta Vida de las Abejas

AutorVíctor Miguel Gallardo el 13 de abril de 2009 en Divulgación

Vida secreta de las abejas

Es habitual quejarse de que, en España, existe una serie de temas recurrentes en la literatura, cine y televisión de los últimos treinta años que, de tanto repetirse, han acabado por hacerse cansinos. El principal de ellos (y más criticado, especialmente por el sesgo político que se le suele dar a las obras ambientadas en esos años) es la Guerra Civil de 1936-1939 y su ulterior posguerra, retratadas hasta la saciedad en relatos, novelas, largometrajes, cortometrajes y series de ficción para la pequeña pantalla. Otros de esos lugares comunes de la producción española de ficción histórica serían la transición democrática (con un subgénero relacionado, el de los “años de la movida”) y, en mucha menor medida, los años bajo la dinastía de los Austria y las obras de temática “colonial”.

El caso español no es, desde luego, único: en Alemania llevan ya un tiempo hablando mucho y muy bien, tanto en literatura como en cine, del nazismo, en Francia es habitual poder leer/ver dramas “de época” ambientados en Versalles o en los teatros del París dorado del XVIII y en Japón hablar de los yakuza o de la época del shogunato parece ser un valor seguro. No existen muchas obras japonesas que versen sobre el conflicto de las Kuriles por la misma razón que no existen muchas obras españolas que hablen sobre la dictadura de Miguel Primo de Rivera, la Guerra de Sucesión o los reinos godos. Y vaya si hubo reyes godos.

En Estados Unidos uno de esos temas recurrentes, más allá de guerras de Independencia, Secesión, Mundiales o de Vietnam, es el Sur (su Sur, quiero decir) y todo lo que ello implica: pequeñas comunidades rurales chapadas a la antigua, blancos latifundistas, negros explotados, caimanes en los pantanos y campos de algodón y tabaco sobre los que fácilmente podrían ondear banderas confederadas. Sin entrar de lleno en las razones de tal proliferación de obras de diversa índole ambientadas en ese puñado de estados “sureños”, está claro que, al igual que a muchos españoles la Guerra Civil les toca la fibra sensible (bien porque ganaron, bien porque perdieron, y en todo caso por los miles de muertos de uno y otro bando que cayeron en el conflicto), al estadounidense medio, ese que llena salas de cine y lee los últimos bestsellers desde un cómodo salón de Boston, Seattle o San Diego (nótese que no estamos hablando de ciudades enclavadas en antiguos estados esclavistas) le pirra sumergirse en el sur profundo de la Unión mientras asiste perplejo a una amagalma de situaciones estereotipadas. Poniendo por caso la recientemente adaptada al cine novela de Sue Monk Kidd La vida secreta de las abejas estas situaciones serían:

Libro abejas

Años sesenta del siglo XX, una época en la que, mientras el civilizado Norte y el libertino Oeste se llenaban de hippies drogados (otra constante de la literatura yankee), en el Sur parecía no haber pasado el tiempo.

Pequeña comunidad abandonada de la mano de Dios; aunque, paradójicamente, tendrá, para el correcto desarrollo de la historia, iglesias de diez confesiones cristianas distintas en cinco kilómetros a la redonda. Es inútil señalar que blancos y negros no van a los mismos templos, y que mientras las celebraciones religiosas de los blancos son serias y basadas en lecturas bíblicas sobre la acción del diablo y la corrupción humana, las de los negros son festivas y todos cantan.

Familia blanca desestructurada con ama de llaves, criada o cocinera negra. Si el marido es alcohólico, mucho mejor. Si hay una niña, o un niño, o directamente una parejita de lindos mocosos de raza caucásica, perfecto. Si uno de los niños protagonistas, o dos, o todos, consideran como mejor amiga a la ama de llaves/criada/cocinera negra (o al jardinero, siempre y cuando sea negro también), miel sobre hojuelas.

Indispensable un conflicto étnico latente: tal vez el ama de llaves/criada/cocinera tiene un hijo en la cárcel. Tal vez su difunto marido falleció en circunstancias no muy claras después de un encontronazo con la autoridad (o con un grupo de furibundos blancos, para el caso es lo mismo).

No me cabe la menor duda, sin haber leído la novela ni haber visto la recién estrenada película, que La vida secreta de las abejas tiene esto y mucho más, además de muchas situaciones de congoja y llanto contenido del lector o espectador, además de tiernos momentos en los que la blanca niñita protagonista descubre el valor de la amistad más allá del color de la piel. Lo de siempre.

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