Biografía de Jesús Maeso de la Torre
Escritor, conferenciante y articulista español, Jesús Maeso de la Torre estudió magisterio en la Escuela SAFA de Úbeda y posteriormente se licenció y doctoró en Filosofía e Historia en la Universidad de Cádiz. Ejerce la docencia en el Aula de Mayores de la universidad y lo compagina con su trabajo personal de investigación, literatura y divulgación histórica.
Maeso es académico de número de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras y ateneísta de mérito del Ateneo Literario de Cádiz. También forma parte de la Sociedad Andaluza de Estudios Históricos y Jurídicos. Imparte conferencias y talleres literarios sobre literatura e historia. Colabora como articulista en diferentes medios: El País, La voz de Cádiz, Diario de Cádiz, Clío, Andalucía en la Historia e Historia y vida. Es autor de novelas históricas y de ficción, que se caracterizan por la rigurosidad hasta el detalle, narrando los usos y costumbres de las épocas en que se desarrollan. Ha obtenido diferentes premios de reconocido prestigio y sus obras han sido traducidas a diversos idiomas.
Entretenida y bien documentada novela histórica que, sin embargo, me ha resultado un poco edulcorada en algunos pasajes y con páginas de más. En todo caso, mi valoración positiva se centra en su calidad literaria y en su ambientación histórica.
Novela histórica ambientada en época de cruzadas que tiene por protagonista a un caballero navarro que vivirá distintos acontecimientos tanto en su tierra natal como en tierra santa, teniendo por compañeros a templarios y demás personajes según el momento.
La novela en sí está bien hilada y documentada, es de las novelas históricas que se aprenden cosas, que es lo principal, además de resultar amena su lectura.
Recomendable para los amantes del género.
Me encantó de principio a fin esta novela de Maeso de la Torre. Cuando pensé que no leería nada igual a “Circo Máximo” de Posteguillo, llegó como por casualidad este libro a mis manos. Vibrante, emotivo, testimonial, y otros tantos adjetivos pueden aplicarse a la historia de Diocles, el auriga que llegó de Hispania a conquistar el corazón de Roma. La Roma de Adriano, de Antonino y de Marco Aurelio, de las conjuras y rebeliones eternas, de los contrastes, la de los grandes cambios que pocos siglos después culminarían con el fin de un imperio. Una buena novela que combina en dos tiempos historia y ficción. Muy recomendable.
Cogí este libro por casualidad, y no me arrepiento. Novela histórica con grandes dosis de aventura, intrigas y traiciones. Sin lugar a duda te muestra el funcionamiento de la sociedad occidental y oriental en aquella época.
Este intragable mamotreto constituye un claro ejemplo de cómo no se debe hacer nunca literatura y de cómo no se debe tratar la Historia en ella y, mucho menos, abusando de las buenas intenciones del lector, ingenuamente presionado a continuar leyendo bajo el peso del nombre del autor o del sello editorial, falacia criminal donde las haya. Este prosaico montón de hojarasca debió quedar impreso tras la maldición de un bostezo producido por la inopia de una mente desahuciada. Cuando algunos tratan de tomar la prosa como una excusa para disfrazarla de una poesía pretendidamente evocadora, demuestran tal desmedida ansia por escribir a despecho de su propio vacío, que traducen un texto excesivamente pagado de sí mismo, cuyo autor cree precisamente que puede crear literatura a base de vestir a la criatura con mil ropajes robados del baratillo.
Del contenido argumental no voy a hablar. Lejos de mí la intención de reventar el interés que la palabra "Tartessos" despierta en tantos buenos españoles y mejores andaluces. Cuanto antes se decepcionen por aburrimiento del aura tan mágica como falaz con que se ha envuelto la supuesta existencia de esa "civilización superior", con más ahínco querrán escuchar las auténticas y más apasionantes informaciones que nos está ofreciendo la arqueología, que junto con las fuentes realmente históricas (sin el tamiz de la mayoría de novelistas) nos van dando pistas más certeras sobre el verdadero carácter de la cultura tartésica.
La trama, por su parte, tiene más de insustancial madeja, un puro revuelto de puntadas pretenciosas, que de genuino tapiz artesanal. Inverosímil en sus acciones, los personajes resultan además de planos y arquetípicos, bastante contradictorios a veces y nada creíbles en su nulo relieve psicológico. Las acciones se desarrollan pesadamente y los giros resultan metidos con cuña, casi forzados por la tiránica pluma del escritor. Si el comienzo resulta desesperadamente monótono, incluso para los estándares de una vulgar novela histórica, el desarrollo posterior se convierte en insufrible y el lector apenas puede hacer otra cosa que dejar caer el libro al suelo por su propio peso, eso si no lo estampa antes contra la pared. El crítico avezado quizás podrá asumir el pasar un pequeño calvario del que al menos aprenderá buena parte de lo que debe ser evitado en una novela, tanto para ser leída como para ser escrita.
Inútilmente recargada de descripciones vanas, tediosas, huecas, histriónicamente hiperbólicas, con un lenguaje rancio, presuntuoso y hasta cursi, la novela pervierte el buen gusto con impenitente insistencia. Los amigos de lo hortera tendrán el placer de degustar a cada paso un buen sorbo de un léxico tan insolente como descontextualizado, tan impropio como inadecuado, tan fosforescente como charro y vacío. Algunos (tanto escritores como lectores) dan en creer que a base de usar vetustos arcaísmos se llega a construir venerables edificios literarios. Otros pensamos que sólo del contexto nace el arte, algo que en el caso de este libro brilla por su ausencia. Desambientada e insípida, torpemente aliñada o directamente sosa, la novela no nos transporta más que al abismo de lo insufrible.
Para colmo de males y despropósitos, el autor se regodea y "se presume" exhibiendo con dudoso lujo de detalles un bagaje supuestamente erudito que no hacen más que errar de continuo en un afán impaciente por crear un mundo propio, tan absolutamente inventado como falso y aburrido. Hace del vicio una engañosa virtud y de la promiscuidad de culturas artificiosamente entremezcladas, de datos históricos desatinados y desinformaciones varias, el autor crea un revoltijo tan formidable como espantable.
Al menos cuando cerré el libraco lo hice con la convicción pedagógica de que debía escribir esta crítica, siguiendo los consejos del propio Cervantes en cuanto a la "valía general" de los libros. Eso sí, tal vez él no hubiese aceptado de ninguna manera que en ellos se enseñen falsedades, si no es por medio de la locura o la ironía o simplemente para divertir o entretener. Sin embargo, y que sirva como botón de muestra, el autor de la tediosa "Tartessos" no parece ni loco ni irónico ni distraído cuando confunde reiteradamente solsticios con equinoccios y viceversa. En fin, son cosas que pasan cuando lo que cuenta es la "importancia de llamarse Maeso".