Resumen y sinopsis de A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
A la sombra de las muchachas en flor describe el itinerario de un doble aprendizaje: erótico y artístico. El papel de iniciadora corresponde a Gilberte y la historia de la pasión que ella inspira al narrador constituye la parte central del libro. En este episodio, aparentemente inocente, de un cortejo adolescente todo tiene un valor ejemplar: el contraste entre la espera febril de la persona amada y la desilusión que su presencia provoca, con el consiguiente aplazamiento continuo de las esperanzas y la imposibilidad de vivir la felicidad como momento actual; los golpes de efecto que revelan posibilidades ni siquiera soñadas cuando todo parecía perdido; la "gimnasia de la indiferencia", perseguida con sorprendente lucidez por el joven narrador; la ruptura, por último, de ese círculo vicioso por obra del tiempo, que caprichosamente y mediante diversas intermitencias conduce al olvido. Pero amor y arte, lejos de excluirse, se ayudan mutuamente, pues Gilberte es quien hace de intermediaria entre el narrador y Bergotte y es en el taller de Elstir donde conoce inesperadamente a Albertine. Pero esa afortunada connivencia resultará ser una de las numerosas ilusiones y falsas pistas diseminadas en el camino seguido por el narrador de En busca del tiempo perdido y que ni siquiera pueden considerarse necesarias para preparar el descubrimiento final de la verdad, ya que en el pesimista universo proustiano, ésta resulta ser una concesión caprichosa e imprevisible, como un don gratuito, ante el cual la única actitud válida es la disponibilidad.
Ha participado en esta ficha: yiyolon
Leer a Proust es una delicia, sin duda uno de los escritores con más sensibilidad de la historia de la literatura.
Casi setecientas páginas para el descubrimiento del amor/desamo con Gabriela y el amor con Albertina. Muchas vueltas a casi todo lo expuesto.
Una vez que se ha leído "por el camino de Swan" no puede dejar de leerse "a la sombra de las muchachas en flor", ya que es en éste en donde comienza a cimentarse uno de los pilares de la obra: Albertina; ¡qué personaje tan real y atemporal representa en la obra...!
Sin Albertina, Marcel Proust simplemente no habría perfeccionado su modo de escribir