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El anacronismo, amigo y enemigo de la novela histórica

AutorAlfredo Álamo el 22 de noviembre de 2017 en Divulgación
  • Es fácil cometer errores de bulto al narrar otra época.
  • A veces es necesario ser anacrónico para poder comunicar.

Interior de una catedral.

De entre todos los géneros literarios que hoy en día triunfan en nuestras librerías, la novela histórica se tiene que enfrentar a un peligroso enemigo y aliado: el anacronismo. ¿Por qué es a la vez algo bueno y algo malo? Pues porque no se puede crear una visión del pasado realista y a la vez inteligible hoy en día, pero al mismo tiempo puede sacar a un lector de la narración de una patada si el anacronismo se hace evidente e insufrible.

El pacto lector es fundamental a la hora de escribir una novela, y en el caso de la histórica, gran parte de ese pacto se basa en la aceptación de un cierto nivel de anacronismo. Al novelar personajes, estamos modelándolos a partir de ideas contemporáneas, dotándoles de un cierto comportamiento que sería del todo inusual en su época, pero que, siguiendo ciertas líneas, nos permite orientar al lector hacia una cierta verosimilitud.

Un ejemplo de anacronismo aceptado lo encontramos en los diálogos. La práctica totalidad de autores de novela histórica usa formas verbales y estructuras contemporáneas, aunque de vez en cuando use arcaicismos y frases hechas propias de la época. Una narración escrita fielmente con el castellano del siglo XVII, por ejemplo, sería muy complicada de seguir. Así que se pacta con el lector un punto medio a través del cual logramos una buena recreación.

Otros autores apuestan por la constante cascada de datos y detalles de la época, para crear así un contraste con el lenguaje y los comportamientos extraños, para su época, de los personajes. Como puede ser hablar mucho de cómo está decorado un palacio romano mientras plantea una historia de amor romántico que, de hecho, no tendría sentido hasta siglos después.

Pero el anacronismo acecha y si cometes un error es posible que se rompa el pacto, sacando al lector de la obra. Un ejemplo, y este es mío: hacer que dos personajes hablen de la “Primera Guerra Mundial” antes de que empiece la Segunda. No tiene sentido: en aquella época se hablaba de la “Gran Guerra”. No tenía sentido numerar algo que sólo había sucedido una vez. Error por usar pensamiento contemporáneo.

Otro error habitual, que me suele molestar, es mostrar a personajes de la Edad Media, y de antes, leyendo para sí mismos, cuando en esa época la lectura se hacía casi siempre en voz alta y buscando compartir lo que se leía en cuanto había alguien presente. Costumbre que, por cierto, no se veía como algo normal casi hasta el siglo XIX.

Pero un anacronismo puede ser, sencillamente, que los diálogos se pasen de modernos y que se pasen en su intento de parecer claros y sencillos frente al lector, dejando a un lado ese toque especial que hay que darle para que sintamos, al leer, que estamos en otra época. Saber dónde poner el punto justo de anacronismo es una de las bases principales de toda novela histórica.

¿Y vosotros? ¿Qué anacronismo os ha fastidiado una novela histórica? Os esperamos, como siempre, en los comentarios.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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