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Nuevas estrategias para librerías de segunda mano

AutorAlfredo Álamo el 10 de febrero de 2017 en Opinión
  • Venta al peso, precios fijos, ¿son buenas ideas?
  • ¿Franquicias o lugares con encanto?

Varios libros de segunda mano.

En los últimos años, el negocio de las librerías de segunda mano ha sufrido un cierto repunte. Junto a las típicas tiendas de toda la vida han aparecido otras que buscan diferenciarse, bien a través del precio o de la manera de trabajar con los libros. Dicen que las librerías de viejo son un gran indicador de la salud cultural de una ciudad, pero quizá la crisis tenga más que ver con ello que con un nuevo interés por la literatura.

La imagen tradicional que todos tenemos en la cabeza de una librería de segunda mano es la de un sitio oscuro, con los libros ordenados mediante un sistema críptico y misterioso sólo conocido por sus dueños, y en el que los volúmenes desbordan las estanterías, formando montones donde perder el tiempo rebuscando hasta encontrar algo que nos interese. Sus precios, muy variables, ya que normalmente tienen libros descatalogados o muy antiguos, combinados con otros comunes o incluso de saldo.

Algunas de ellas se han ido actualizando, al menos en lo tecnológico, llevando un inventario completo que se puede consultar en Internet, y algunas también están trabajando en parecerse a una librería convencional, al menos en aspecto. Sin embargo, la aparición de nuevas ideas en el sector está generando una nueva competencia.

Ese es el caso, por ejemplo, de La casquería, en Madrid, donde venden libros al peso. Sí, no importa lo que te lleves, ellos te lo van a pesar y te cobran los libros al kilo, y bastante barato, por cierto. No compran libros, sólo aceptan donaciones, así que no son un modelo de negocio dedicado a hacerse ricos (como si se pudiera con una librería, claro). Su idea es redistribuir la cultura y convertirse en un local cooperativo y de consumo responsable.

Otro ejemplo de innovación, este sí en el apartado más empresarial, es el de Re-Read, que se anuncia como una librería low-cost. Ahí la intención está clara: aparentar ser una librería de libros de primera mano, con un diseño sencillo, pero moderno. En cuanto a los precios, un libro cuesta 3 euros, si compras dos, 5 y si te llevas cinco, 10. No importa cuáles son. En Re-Read sí que compran libros, pero tienen unas normas claves: volúmenes en buen estado y no publicados antes de 1990. ¿El precio? 0,20 euros cada uno.

Hoy en día, si tuviera que dar un consejo a la hora de montar una librería de viejo, sería lograr un equilibrio entre estos dos modelos. Por un lado, cuidar el diseño del local y seguir ciertas costumbres de las librerías de primera mano, como realizar selecciones de acuerdo a lo que se está vendiendo o está de moda. Vamos, pensar un poco el escaparate. Por otro, entender que siguen siendo lugares únicos y culturales, no franquiciados, donde poder pasar la tarde rebuscando si hace falta, pero con la ayuda de un buen sistema de ordenación. Integrarse en las actividades culturales del barrio es una buena idea.

Marcar todos los libros al mismo precio o al peso da la impresión de que no se tiene en cuenta al propio libro. Que se convierten en manzanas o botes de tomate. Pero no lo son. A todos nos gusta creer que los libros son especiales y que cuando vamos a una librería, sin importar qué venda, vamos a conectar un poco con el lugar, con el librero que puede recomendarnos algo nuevo, aunque por fuera sea viejo. Hay que salvar las librerías de segunda mano, sí, pero sin convertirlas en supermercados.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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