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Los cuatro tesoros del emperador, la gran biblioteca china

AutorAlfredo Álamo el 17 de enero de 2017 en Divulgación
  • A finales del siglo XVIII se inició esta impresionante colección.
  • Se hicieron numerosas copias de manuscritos clásicos.

Primer plano de una aldaba china. Velas de fondo.

A mediados del siglo XVIII, el Emperador Qianlong, de la dinastía manchú, decidió crear una gran biblioteca que contuviera los más grandes textos de la cultura china. Su intención era superar la gran Enciclopedia Yongle, recopilada durante la dinastía Ming a principios del siglo XV. Para lograrlo, hizo un llamamiento a todos sus súbditos: tenían que mandarle sus libros para que fueran catalogados y copiados. Sin embargo, al principio casi no recibió respuesta: la mayoría de la gente tenía miedo de perder sus libros… y de perder la vida.

En aquella época había muchos libros que podían ser considerados contrarios a la dinastía del emperador o bien que contuvieran ideas mal vistas. De hecho, poseer algunos de esos libros podía ser considerado traición. Así que, viendo que no le llegaban libros, el emperador tuvo que prometer que los libros que le fueran enviados se devolverían y que nadie corría peligro de ser juzgado por sus libros. Finalmente, para incentivar más todavía a los coleccionistas, anunció que firmaría aquellos libros más destacados antes de devolverlos, lo que subiría considerablemente su valor.

Tras estos tres anuncios, el emperador consiguió movilizar a los grandes lectores de su reino. Con el tiempo, casi 10.000 libros fueron catalogados, desde 1773 a 1782. 360 académicos trabajaron incansablemente, copiando 3.416 títulos que fueron elegidos para integrar el tesoro del emperador. Se realizaron varias copias, que fueron a parar a la Ciudad Prohibida, El antiguo palacio de verano, Shenyang y la Cámara de Wenjin. El conjunto de estas bibliotecas fue llamado el Siku Quanshu.

¿Qué libros fueron seleccionados? Bien, la biblioteca se dividió en cuatro secciones. La primera se dedicó a los textos clásicos chinos, la segunda a historia y geografía; una tercera que englobaba filosofía, arte y ciencias y finalmente un apartado de las mejores narraciones de la literatura china. En total, estaríamos hablando de 36.000 volúmenes de los que se hicieron un total de 7 copias. Más de 3.800 copistas trabajaron en este proyecto.

Hoy en día sólo queda una copia completa en la Ciudad Prohibida, que fue digitalizada hace varios años y que hoy en día es posible consultar online. El resto de colecciones sufrió pérdidas debido a las numerosas guerras por las que ha pasado China en los últimos trescientos años.

Pero además del Siku Quanshu, el empeño del emperador dio como resultado otro gran listado de obras, en este caso prohibidas. El Siku Jinshu se compuso a partir de los libros que no eran aceptables para la política de la época, nada más y nada menos que 2,855 títulos que fueron quemados, aunque no se realizó una persecución más allá de los libros que habían sido enviados para el proyecto principal.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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