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Ser escritor al alcance de cualquiera

AutorAlfredo Álamo el 23 de agosto de 2013 en Opinión

Escritor

¿Escribir una novela, un cuento, un ensayo… te convierte en escritor? Ese parece ser el debate que se está moviendo estas semanas por Internet, aunque está claro que es una discusión que debería beber de otra más antigua: ¿Qué es ser escritor?

Lo cierto es que con los avances en alfabetización de las últimas décadas y la facilidad con la que hoy en día uno puede acceder a la lectura, así como a medios cada vez más sencillos dedicados a la autopublicación, no es de extrañar que un número mucho más grande de personas sienta la necesidad de expresarse vía una de las artes más difundidas: la literatura. A partir de este momento entramos en un terreno del todo pantanoso, ya que tenemos que apelar a la calidad literaria, ese ente que revolotea exclusivo, y elusivo, y que no siempre tiene que ver con llegar a ser escritor. Me explicaré, ya que no podemos hablar de absolutos.

Hoy en día ser un profesional de la literatura es muy difícil, por no decir que es algo imposible, pero viene a significar que un autor gana el suficiente dinero con sus libros -y algunos bolos- para mantenerse dignamente. ¿Ser un profesional de la literatura tiene algo que ver con la calidad literaria? No siempre. Si hablamos de mercado y de industria lo importante es que el producto final se corresponda con lo que el público demanda. Lo de la calidad, si existe, pues miel sobre hojuelas.

Por otro lado puedes escribir novelas, o cuentos, y no sentir especialmente la llamada de convertirte en un escritor que viva de ello. Con sacar para unas cañas y una cena de vez en cuando ya eres feliz. Un poco de masaje de ego por parte de la gente a la que le gusta lo que escribes y a seguir trabajando. De nuevo, lo mismo. La calidad literaria no es necesaria. Si la hay, pues mejor. Lo importante es encontrar a tu público. De este modo, ¿eres un escritor? Yo creo que sí.

Pero no nos olvidemos de otra cuestión. Aunque la calidad literaria no es siempre sinónimo de éxito o fracaso, hay que tener en cuenta la posibilidad de que aquello que escribas no le interese absolutamente a nadie y que, además, esté horriblemente escrito. Rellenar páginas no te convierte en escritor. No lo descartes antes de lanzarte a escribir como si no hubiera un mañana. Rascar en la guitarra el principio de Smoke on the Water no te garantiza participar en conciertos.

¿Y todo esto a qué viene? A que hay escritores profesionales indignados por la cantidad de manuscritos que les llegan a las editoriales, incluyendo a las más grandes, cuya calidad, según ellos, es muy mala. Y yo me pregunto, ¿si la calidad es mala, de qué se preocupan? En todo caso es un problema para el filtro de las editoriales, que no debería ser difícil de resolver. Aunque a lo mejor, sólo a lo mejor, el problema estriba en que muchos de esos manuscritos de peor calidad encajan mejor con lo que el público demanda y eso asusta a algunos autores acostumbrados a colocar sus libros con facilidad.

¿Y vosotros? ¿Pensáis que la literatura va camino de «aplanarse» buscando satisfacer las tendencias lectoras? ¿O tal vez que la literatura debería marcar esas tendencias, buscando siempre sorprender y evolucionar? ¿A lo mejor un poco de todo? ¿Habrá sitio en el mercado o tendrá que cambiar? Demasiadas preguntas, lo sé. Os esperamos, como siempre, en los comentarios.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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