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Más que libros, lectores

AutorAlfredo Álamo el 16 de febrero de 2013 en Opinión

Lectores y libros

En Lecturalia llevamos unos cuantos años hablando sobre la revolución del libro digital y la importancia de encontrarnos con un medio tecnológico capaz de ofrecer acceso casi instantáneo a millones de libros. Si sumamos a los e-readers las tabletas digitales, tenemos un parque de dispositivos en constante aumento con una capacidad para ofrecer información como no ha habido antes en toda la historia de la humanidad. Sin embargo, seguimos siendo humanos, nos pongamos como nos pongamos, y si la información nos sigue llegando vía texto me temo que seguimos con las mismas limitaciones a las que nos enfrentábamos con los libros de papel. Se lee lo que se puede, sea digital o no.

Comentábamos en 2009 que España es un país en el que no se lee demasiado. Esa situación apenas ha cambiado, aunque las estadísticas desde entonces han mejorado un poco, pese a que el mundo editorial ha empezado a sufrir no sólo las consecuencias de la crisis económica sino también la del cambio de percepción del objeto libro por parte de los lectores, sobre todo los más jóvenes.

La reverencia ancestral al libro, esa que llevamos dentro todos los que tenemos más de treinta años, se diluye a medida que hablamos con gente que ha crecido y se relaciona a partir de pantallas. Desde luego que la capacidad del papel para transmitir sensaciones es superior, pero eso no nos debe distraer de la verdad: la mayor parte de lo que consumimos culturalmente de manera habitual entra en la categoría del usar y tirar. Sí, hay títulos, canciones, series de televisión y películas que siguen alcanzando cotas de excelencia capaces de hacernos volver a ellas una y otra vez, pero son las menos y compiten con el constante bombardeo de producciones azucaradas y creadas en laboratorios de márketing donde nos conocen mejor que nuestros propios padres gracias al análisis de nuestro historial de navegación. Si el cerebro se acostumbra a pagar menos de un euro por golosinas brillantes y adictivas es muy difícil conseguir que se pague algo más por un producto que no sólo es menos bonito a la vista, sino que requiere un esfuerzo mayor por ser consumido.

Productores y consumidores. A eso me lleva esta reflexión. ¿Nos acercamos a un futuro en el que el mundo del libro se va a dividir? Me pregunto si la edición electrónica no va a acaparar un mundo entero de ruido en el que va a ser imposible destacar, a través del cual el SPAM en redes sociales va a ser insoportable y el diálogo se va a convertir más en un encuentro multitudinario en el que competir a ver quién habla más alto y más lejos, mientras que las editoriales independientes, muchas de las cuales no están interesadas ni de lejos en pasarse al ebook, se van a quedar con esas pequeñas joyas que se descatalogan luego con demasiada facilidad y que no hay manera de encontrar, ni gratis, ni pagando. Es cierto que también surgen nuevas iniciativas que buscan alternativas en el crowdfunding, la impresión bajo demanda e incluso apelando al «precio libre» donde cada lector paga lo que quiere -o puede- por un ebook. Quizá sea ese el futuro, la de la miríada de opciones, la de la oferta infinita, en definitiva, la del creador de filtros.

¿Qué quiero decir con esto? Es el mismo mensaje de siempre, quizás algo más triste ya que se ven pocos cambios, tanto en lectores como en editores o escritores. Sí, hay que cambiar muchas cosas en el mercado editorial, sobre todo en precios y derechos digitales, pero hay algo fundamental para que este mercado eclosione, y no es otra cosa que un mayor número de lectores. Unos lectores con sentido crítico y ansiosos de compartir sus opiniones y recomendaciones a través de las pantallas que tan bien conocen. Por desgracia, tal y como se plantea el futuro, tengo poca confianza en que las editoriales presten atención a algo fuera de su propia esfera de influencia.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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