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Dónde están los editores del siglo XXI

AutorAlfredo Álamo el 10 de noviembre de 2011 en Opinión

Editor

Acaba de salir el informe del Observatorio de Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales y, con todo el revuelo que se ha montado, no estaría más tratar de analizar cuál es la situación de la literatura.

Digo literatura y no ebook o libro electrónico porque, a fin de cuentas, estamos hablando de eso, de literatura, con independencia de su formato. Lo cierto es que a medida que el parque de ereaders y tablets aumenta, crece también el número de libros disponibles sin pasar por caja. Las declaraciones del director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España, Antonio María Ávila, no tienen desperdicio, demostrando que todas las indicaciones que se iluminaban como luces de alarma hasta llegar aquí han sido ignoradas y que, además, parece que va a seguir así.

Durante mucho tiempo se ha retrasado la aparición de las novedades en ebook, aunque se está trabajando ahora en ese camino, todavía hay cierto desfase. Resultado, las novedades aparecen por otros canales, y gratis. No hace falta que alguien rompa la débil protección del DRM de los libros electrónicos, no, la gente prefiere comprar un libro y pasarlo por el escáner y maquetarlo ellos mismos. Eso nos lleva a un segundo punto: ha pasado lo que hace un par de años ya decíamos en Lecturalia y muchos no se creían, los usuarios han aprendido a maquetar y ya lo hacen mejor que algunas editoriales de postín.

Habría que explicarle entonces al señor Ávila la situación a la que han llegado, una en la que sus asociados ofrecen productos caros, de manera tardía y, en ocasiones, de peor calidad que la que unos aficionados pueden hacer en su casa. Un caso a todas luces peor, incluso, que el de la industria de la música o el cine, que sí pueden apelar a la mejor calidad y el valor añadido de sus productos.

En cuanto a lo de que las editoriales se «irían de España», desconozco a qué lugar del pasado podrían viajar, pero lo que está claro es que en España se seguiría escribiendo y se seguiría leyendo, no sé de qué modo y en qué formato, pero lo que vendría a demostrar es que el papel decimonónico de la industria editorial -eso incluye a las distribuidoras- es cada vez menos necesario a medida que nos adentramos en la segunda década del siglo XXI.

Esperemos que los consejeros que se mueven alrededor de los editores recapaciten. Es muy difícil frenar una revolución tan social como tecnológica en la que habrá que establecer unas nuevas reglas de mercado y de relación entre autores, editores y lectores; pero lo que debería empezar a quedar claro para todos es que si hay alguien que puede sobrar en esa ecuación no son precisamente creadores o consumidores.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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