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Cuando la fama no es suficiente (I)

AutorGabriella Campbell el 17 de junio de 2011 en Divulgación

Negro literario

La existencia de la figura del negro literario no es algo que sorprenda a muchos lectores, si bien hizo falta un escándalo a la española, aquel famoso y aparentemente ya olvidado caso de Ana Rosa Quintana, para traer a la palestra a qué se dedica exactamente un escritor de estas características. Aunque muchas celebridades no niegan directamente que ha habido un profesional que les ha ayudado a construir su historia, muchos argumentarían que el trabajo desempleado por éste (generalmente, además, mucho peor pagado que el desempleado por la celebridad en cuestión) debería ser reconocido.

Es posible que fuera de España haya menos tabúes alrededor de esta figura. En Estados Unidos, por ejemplo, todos saben quién está detrás de las biografías más escandalosas, y muchas editoriales no tienen problema en admitir que algunos de sus escritores, aquellos que son conocidos por actividades muy distintas a la escritura, han recibido un apoyo importante por parte de un autor especializado. Las editoriales reconocen la rentabilidad del producto, la estrella reconoce el valor de perpetuar su fama en otro formato más, y el lector recibe información de primera mano del objeto de su afecto, odio o curiosidad.

Posiblemente uno de los casos más conocidos fuera de nuestro país sea el de la política estadounidense Sarah Palin, recientemente de nuevo en el ojo público debido a la liberación de los emails de su cuenta de Yahoo. Lynn Vincent, la verdadera pluma tras el Going Rouge de Palin, no tuvo que ocultar en ningún momento su trabajo, y de hecho es una autora reconocida por sí misma, con profundas convicciones religiosas y políticas que la hacían ideal para el proyecto mediático de Palin. Varias páginas web comenzaron a circular alrededor de 2009 una publicación de algunos extractos del supuesto diario de Vincent, narrando cómo Palin la contrató, con las palabras “necesito a alguien que entienda que el aborto mata a más personas en este país que el cáncer, que entienda que la Biblia es historia, que no es que nos hayamos caído de los árboles y empezado de repente a andar erguidos. Quiero a alguien, Lynn, que entienda que Dios no es el neumático de sobra. Él es el volante”. El supuesto diario parece no ser más que eso, supuesto, pero sin duda su contenido evoca a la perfección la percepción pública de estas dos mujeres política y religiosamente muy conservadoras. En cualquier caso, la unión Palin-Vincent fue tremendamente provechosa para ambas: Palin obtuvo a una autora entregada a su causa, y Vincent consiguió un medio de promoción con el que otros escritores sólo pueden soñar.

La escritura en manos del negro literario, lo que los anglosajones llaman ghostwriting (escrito por fantasmas), tiene toda una serie de connotaciones éticas, debido al engaño aparente de que si un nombre figura en una portada de un libro como autor, se sobreentiende que si dicho nombre realmente no corresponde al auténtico autor del libro, se está mintiendo directamente al lector. Y de muchas maneras este tipo de escritura, asociada generalmente a biografías, pero presente en todo tipo de literatura, desde cuentos infantiles a discursos políticos, no deja de sorprendernos, más que nada por tratarse de un sistema mucho más común de lo que creemos. Hay estimaciones, probablemente exageradas, de que un 40% de los libros publicados hoy en día están escritos por una persona diferente a la que figura en cubierta. En la segunda parte de este artículo veremos más casos relacionados con este complicado y polémico tema.

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