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Más sobre el efecto Oprah

AutorGabriella Campbell el 4 de junio de 2011 en Divulgación

Efecto Oprah Libros

Hemos hablado ya en Lecturalia de la inmensa influencia que ha tenido siempre el club de lectura de Oprah Winfrey, una de las figuras más populares de la cultura estadounidense. La señora Winfrey dedicó durante años un pequeño espacio, de manera más o menos periódica, a la promoción de libros en su programa, uno de los más seguidos de la televisión americana, The Oprah Winfrey Show. Este programa ha llegado recientemente a su fin, tras 25 años de emisión. Parece ser que Oprah pretende establecerse con una nueva cadena propia, OWN, y asegura que dicha cadena tendrá varios espacios dedicados exclusivamente a la literatura.

Aunque el apartado literario de su programa no era el que obtenía mejores resultados de audiencia, su poder en el mercado editorial era francamente temible. Una aparición en el Show de Oprah significaba, casi siempre, un aumento considerable de ventas, elevando tiradas de miles de ejemplares a reimpresiones monstruosas de seis cifras. La obligatoria reedición con el logotipo de “visto en Oprah” atraía a televidentes por doquier, llegando muchas librerías a encargar entregas de miles de ejemplares sin conocer siquiera el título del libro. Oprah sabía hacer interesantes a sus autores, sabía conseguir que el público conectara con ellos y con sus libros. Esto también podía destruirlos, obviamente. Ante la queja de Jonathan Franzen, quien inicialmente se negó a aceptar la aplicación del logotipo del programa, y quien consideró que su obra no era, probablemente, la más indicada para el lector medio (Franzen no es, precisamente, una lectura fácil), la gran diva televisiva se dedicó a una batalla campal de poder muy desequilibrado. Está claro que al final Franzen tuvo que agachar la cabeza y volver al redil, pidiendo humildemente perdón por su atrevimiento.

Mientras sus fans señalan que el poder de convocatoria de Winfrey ha impulsado la lectura entre sus seguidores (y, la verdad sea dicha, generalmente las obras que seleccionaba no eran productos de fácil comercialización), la crítica ataca los medios que utiliza para ello, y el aspecto edulcorado, casi de autoayuda que confiere a la literatura en general. Recordemos que la buena literatura no es sólo la que te hace sonreír o la que te hace sentirte mejor persona, sino también la que realmente te remueve por dentro, te asusta, te incomoda, y esto es algo de lo que Winfrey parecía rehuir. Por otro lado, la reina de la televisión conseguía algo que muy pocos pueden: hacía que la cultura fuera algo interesante, divertido. Atraía a lectores potenciales utilizando todo el encanto del entretenimiento mediático, y recordaba a los que lectores ocasionales que los libros existen, que están ahí, algo que en una vida diaria acelerada se nos olvida a menudo. ¿A cuántas personas habéis oído decir antes leía mucho, pero ahora no tengo tiempo? Winfrey instauró una moda, hizo que leer fuera un pasatiempo válido, atractivo, y es por esto por lo que, a pesar de sus discutibles medios y actitud, ha llevado a cabo una labor impagable. Esperemos que todo no se quede en papel mojado y pueda seguir promocionando el acto de leer en su nueva cadena. En cuanto a nosotros, siempre nos queda la esperanza de que, entre tanta prensa rosa y cotilleo, las grandes figuras influyentes de los medios españoles puedan prestar un poco de atención a la promoción de algún libro que no trate sobre dietas milagro o la biografía del político de turno.

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