Resumen y sinopsis de Corazón que ríe, corazón que llora de Maryse Condé
Profunda e ingenua, melancólica y ligera, Maryse Condé, la gran voz de las letras antillanas, explora con una honestidad conmovedora su infancia y su juventud. Un magistral ejercicio de autodescubrimiento que constituye una pieza clave de toda su producción literaria, que le ha valido el Premio Nobel Alternativo de Literatura 2018.
No es fácil vivir entre dos mundos, y la niña Maryse lo sabe. En casa, en la isla caribeña de Guadalupe, sus padres se niegan a hablar criollo y se enorgullecen de ser franceses de pura cepa, pero, cuando la familia visita París, la pequeña repara en cómo los blancos los miran por encima del hombro. Eternamente a caballo entre la lágrima y la sonrisa, entre lo bello y lo terrible, en palabras de Rilke, asistimos al relato de los primeros años de Condé, desde su nacimiento en pleno Mardi Gras, con los gritos de su madre confundiéndose con los tambores del carnaval, hasta el primer amor, el primer dolor, el descubrimiento de la propia negritud y de la propia feminidad, la toma de conciencia política, el surgimiento de la vocación literaria, la primera muerte. Estos son los recuerdos de una escritora que, muchos años después, echa la vista atrás y se zambulle en su pasado, buscando hacer las paces consigo misma y con sus orígenes.
Se lee en un santiamén, porque es breve pero sobre todo debido a que es un placer hacerlo. Es ameno, llega al alma y a la conciencia, y nos sitúa en una sociedad para mí desconocida y en una familia poco convencional, al menos desde un país como el nuestro.
No me ha transmitido nada. Narraciones de vivencias de la juventud de la autora, pero en mi opinión, planas.
Leo a Maryse Condé y lo primero que se me viene a la cabeza es su aplastante –casi brutal– honestidad, porque cada línea escrita por la octogenaria, desde el comienzo hasta el final de su relato autobiográfico, revela la franqueza espontánea de una escritora que, a pesar de haber entregado la mayor parte de su carrera literaria a la difusión y denuncia de los problemas raciales, no se avergüenza al confesarse tardía en lo que respecta a tomar verdadera consciencia de su condición negra.
Y es que la niña Maryse, nacida entre dos realidades, se pregunta constantemente a qué categoría de negros pertenece: a los antillanos que se niegan a hablar criollo y se consideran franceses de pura cepa, como su madre se empeña en inculcarle desde bien pequeña, o a aquellos otros isleños que, no obstante el origen compartido y el mismo color de piel que ella, son objeto directo del menosprecio y la burla de los anteriores.
Pero el mundo es mucho más vasto que el territorio circunscrito a las islas, y Maryse, convertida ya en una adolescente con tendencias rebeldes, descubre que, en el París de los años 50, no existen, en realidad, tales diferencias, sino que cualquier negro, por el simple hecho de serlo, queda relegado al rango de detestable.
Amén de unas memorias de infancia, CORAZÓN QUE RÍE, CORAZÓN QUE LLORA es el periplo evolutivo que la propia Condé transitara hasta encontrarse a sí misma y descubrir, no sin cierto asombro, la unidad identitaria de la raza negra. He de advertir, sin embargo, que la autora guadalupeña tan sólo perfila el estigma global de la negritud, lo esboza ligeramente, abordándolo desde la perspectiva del relato de las meras experiencias personales. El lector, en consecuencia, no debe crearse la expectativa falsa de disfrutar de un profundo debate racial, sino de unos breves recuerdos de juventud que le harán reír y, al mismo tiempo, llorar.
Prosa cuidada y preciosista para estas encantadoras memorias de infancia y de adolescencia. Maryse Condé escribe con el poso vivo, pícaro o amargo, que da la mera experiencia. En estos tiernos episodios sobre su vida en un pequeño archipiélago de las Antillas hay ensoñación, amor, amistad, dolor, inconformidad... Puede que para muchos lectores se quede algo corto, pero a mí sí que me ha gustado. Chispazos hermosos de realidad que te atrapan por su enorme calidad literaria. Enhorabuena a la editorial Impedimenta por su publicación, y a Martha Asunción Alonso por su fantástica labor en la traducción.
Tiene este libro muchas y muy buenas cualidades. Es autobiográfico y a lo largo de sus páginas se suceden los recuerdos infantiles de la autora en las Antillas y en París a mediados del siglo XX. Son episodios narrados con una equilibrada dosis de profundidad e ingenuidad. Es una novela sincera, delicada y amable que me ha descubierto a una gran escritora. Se lee con placer y agrado, gracias sobre todo, a una excelente traducción.