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Una maravilla. Prosa selecta, profunda, pausada. Un relato tan imposible como conmovedor. Una cuna de los sentidos. No es fácil de leer, pero el esfuerzo alcanza su recompensa. Absténganse los lectores impacientes, los malos lectores, esta novela requiere una taza bien caliente de café con leche y unas zapatillas de felpa, tiempo y paciencia. No defrauda.
Relata a través de una compleja narración la historia de un hombre que intenta recuperar su pasado a través de la escritura, donde su personalidad y su imaginación inestable y exacerbada hacen que se fusionen vida y literatura, encontrando paralelismos como el del cuento de Andersen que da título al libro. La maestría de una escritora consagrada es reconocible en las descripciones, en la constante indagación en los rincones de la memoria, en definitiva, en la ambición literaria de su propuesta. Pero me ha costado trabajo terminarla, parece que la historia se estanca y no avanza, y ni la pulcritud de su prosa, ni lo que les ocurre a los personajes me dicen nada.