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Ritmo lento cuenta la historia de David Fuente, un joven muchacho considerado por su entorno como un ‘chico raro ‘, cuya mente ha sido colonizada por la inactividad y cierto fatalismo, en contraposición al conformismo la sociedad de ese tiempo. Fue educado en su infancia en el seno de una propia casa - sin concurrir a la escuela-, y allí comienzan a forjarse los resortes de sus paradójica personalidad. Sus principales lazos son un padre en cierto modo recluido en su propio mundo, una madre que - a decir por el protagonista- ‘ su ejemplaridad estaba en el hecho de no haber pretendido dar el ejemplo’ y una impetuosa hermana a la que sólo lo une el tener en claro que no desea parecerse en nada a ella.
A medida que va creciendo se convierte en un espectador sin asidero de un mundo de locura en el que vive, sin dejar en el fondo de tener un deseo vehemente de entrar a formar parte de ese mundo de los demás. Para ello busca agradar a su entorno sin demasiado éxito, lo que genera una constante frustración < ... “ la más grave enfermedad: la de desear agradar a las personas a quienes se dirige” >. No obstante, muchos ven en él un ser de gran inteligencia, pero que se empeña en llevarla demasiado lejos. Para el protagonista, el dinero es un gobernante único e indiscutido pero culpable de los males del mundo, lo que lo mantiene en un letargo vivencial que no le permite encauzar su vida en base a los parámetros tradicionales. Su ‘ritmo lento’ es vivir agazapándose contra el desgaste, sin decidir nada del todo, sin entregar nada jamás. Llegada la adolescencia plena, por palabras de un amigo toma conciencia que “ anormal no quiere decir en absoluto malo, sino poco frecuente.”La capacidad de conversar indefinidamente es el arma intelectual de su inteligencia, pero también de su patología. Sus conversaciones son, sin dudas, meras construcciones racionales, tan brillantes como inútiles e inquietantes.
La trama de su vida fracasada desemboca en un final violento y dramático que tiene tanto de tragedia como de venganza.
Conclusión: más allá de la opinión de exceso psicológico que alguien pudo verle, la considero una novela profundamente introspectiva que formula los límites del racionalismo y el valor de las ataduras convivenciales. Lógicamente, sobre sus personajes sobrevuela permanentemente el tema remanido de la Felicidad en el ser humano. Todo esto, volcado a través de un lenguaje simple que permite deslizarnos agradablemente en su discurrir.
Segunda novela que leí de Martin Gaite después de "entre visillos". Me propuse ir leyendo poco a poco su obra y si podía cronológicamente. La verdad es que después de leer el libro, ya estaba deseando pasar al siguiente porque me pareció de una gran calidad, contando cosas muy interesantes de una forma realmente sencilla al igual que en su primera novela demostrando que el hecho de contar las cosas así no le quita profundidad. Frases como "el afecto se opone al conocimiento [...] si mi madre hubiera querido menos a mi padre, le hubiera entendido mejor", "y es muy triste ver como los hombres, que se desvelan por mantener en buen uso todos sus utensilios y vestidos, abandonan en cambio su inteligencia y la dejan enmohecerse como a un arma inútil" te empujan a la reflexión de una forma tan directa y natural que te genera un placer tranquilo y pausado, siguiendo la dirección marcada por el título. Por otro lado apuesta por alguna innovación formal que parecía al comienzo del libro más prometedora de lo que finalmente resulta.
Conclusión: gratamente recomendable