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No es “Trópico de Cáncer”, de hecho, Miller lleva mucho más lejos su experimentación en ésta su segunda novela, que en realidad son varios capítulos heterogéneos y faltos de una historia propiamente dicha. Próximo al surrealismo y a la escritura automática, el texto se descubre ante el lector como un alud de imágenes insólitas, imposibles, un incontenible fluir de la prosa en forma de monólogo ininterrumpido, donde su funden el tiempo y los recuerdos en una realidad llena de onirismo. Un libro distinto en cada lectura que se haga de él, tan radical como atemporal gracias a ello. Miller, quien desde luego no olvida en ningún momento la irreverencia ni la provocación, tiene una concepción de la creación literaria absolutamente cercana a al realidad, al latir de la existencia; la escritura como expresión más genuina del yo, como puro acto de vivir.