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Cómo escribir escenas de sexo sin quedar demasiado mal

AutorAlfredo Álamo el 18 de marzo de 2016 en Divulgación
  • Las escenas de sexo parecen seguir siendo tabú.
  • Bien por exceso o bien por defecto, no todos los autores salen bien parados.

Primer plano de una joven modelo posando ante la cámara.

El sexo, que es uno de los motores de la vida, la sociedad, las personas y la diversión, es algo a la vez tan personal como universal, tan cargado de prejuicios como de deseos inconfesables; no es de extrañar que a la hora de escribir escenas cargadas de erotismo muchos autores no sepan dar con la tecla adecuada que les permita integrarlas de manera correcta con el resto de la historia. Hoy en Lecturalia os hablamos de sexo. Poned los dos rombos en la esquina superior del navegador.

Lo primero que hay que dejar claro es que desde el éxito de 50 sombras de Grey cada vez es más escasa la literatura romántica que pasa de puntillas sobre el sexo, ya sabéis, con expresiones de esas como “la tomó entre sus brazos y dejó que su pasión se derramara sobre ella” (ejem), aumentando el sexo explícito y descriptivo. Pero –sin importar el género sobre el que escribas- si no quieres sonar a película porno o bien quedar como un mojigato, hay algunas cosas que puedes hacer.

Lo primero que tienes que hacer es huir de los clichés, nada de miradas asombradas, gemidos incontrolables, dejarse llevar por la pasión, perderse entre sus piernas y cosas así. Hay que tratar de escribir escenas que parezcan reales, en escenarios reales (o bien dentro de la coherencia interna de la narración). Si eres demasiado gráfico y monótono parecerás un guionista porno, y si no pones algo de chicha en juego, quedarás un poco descafeinado.

La verdad es que muchos autores principiantes parece que sientan algo de vergüenza a la hora de abordar este tipo de escenas, como si tuvieran miedo de lo que van a decir sus madres cuando lean ese preciso párrafo.

Otro de los puntos a tener en cuenta son los diálogos. Muchos autores parece que entran en modo “silencio, se rueda” a la hora de narrar un encuentro sexual y se dedican a describirlo todo sin dejar que los personajes abran la boca. Para hablar.

También trataría de evitar a toda costa la mistificación del sexo. En ocasiones encontramos escenas en las que sólo falta que aparezca una cohorte angelical tocando tubas y trompetas mientras los fuegos artificiales se mezclan con imágenes de trenes entrando en túneles.

Si creéis que exagero, tened en cuenta que existe un premio, el Bad Sex Award, que se otorga cada año a la peor escena de sexo escrita en un libro publicado en inglés, y que se han llevado autores como Manil Suri, Norman Mailer o Nancy Huston. Mi favorito sigue siendo un párrafo de Amos Oz:

En casi un instante, su deseo se eleva a un nivel donde la presión para alcanzar el clímax se para y da paso a una clase de conciencia física y sensorial, agradecida con su propia generosidad sexual, que le permite darle un estremecimiento tras otro, aplazando su propia autosatisfacción, sintiendo cómo podía darle más y más placer hasta que ella no pudiera soportar nada más. Y así, en completa autonegación -en todos los sentidos- con los dedos, ahora experimentados y hasta inspirados, comienza a dirigir su disfrute como un barco hacia su puerto de origen, al ancla más profunda, directo al corazón de su placer

Por cierto, tampoco hace falta que uséis incontables símiles y metáforas para hablar de los genitales de vuestros personajes, igual que no es necesario que adoptéis un tono más culto para decir “pene” en lugar de algo más habitual. Otra cosa: el sexo rapidito y malo también existe, no siempre suenan las campanas y las fanfarrias al terminar. Recordadlo.

¿Y bien? ¿Cuál es la peor escena de sexo que habéis leído en un libro? Os esperamos, como siempre, en los comentarios.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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