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Cuando la literatura compitió en los Juegos Olímpicos

AutorAlfredo Álamo el 17 de septiembre de 2015 en Divulgación
  • El barón de Coubertin fue un firme partidario del lema mens sana in corpore sano.
  • De 1912 a 1948 se celebraron pruebas artísticas en las Olimpiadas.

Deportista con raqueta escribiendo en un portátil.

Desde el mismo momento en que se decidió recuperar el espíritu olímpico en 1894, el barón de Coubertin propuso que además de las pruebas físicas existiera también una parte dedicada a la competición artística dentro de los Juegos Olímpicos. Se decidió que esta competición comprendería cinco áreas: arquitectura, pintura, escultura, música y literatura. Debido a varios problemas de organización, la puesta en marcha de este proyecto se retrasó hasta las olimpiadas de Suecia en 1912.

La verdad es que en esa primera olimpiada artística sólo se presentaron 35 competidores, que mandaron sus obras a Estocolmo. Tras el parón de la I Guerra Mundial se siguió con el mismo poco éxito, pero en 1924, con las Olimpiadas de París, casi 200 artistas se sumaron a la competición. En 1928 se sobrepasó la cifra de los 1000 trabajos presentados, sólo en pintura y escultura, provocando la creación de una mayor cantidad de subcategorías dentro de la competición. Hay que tener en cuenta que el espíritu olímpico sólo permitía las obras de autores amateurs.

En las siguientes olimpiadas se mantuvo el nivel de obras recibidas y se realizaron exposiciones con gran éxito en Los Ángeles, Berlín y Londres, aunque con el tiempo la mayor parte de los autores que presentaban su trabajo pasaron de ser amateurs a profesionales, con el consiguiente problema para las organizaciones que, incapaces de determinar con exactitud la condición de los participantes, tuvieron que cancelar los juegos artísticos en 1948. Desde entonces, pese a los intentos para volver a instaurar esta interesante competición, lo único que se realiza es una serie de actos culturales relacionados con los Juegos.

En el apartado literario, los premios que se otorgaban eran del mismo tipo que para los atletas, es decir, las conocidas medallas de oro, plata y bronce. Si bien al principio había una única categoría, en varias olimpiadas se dividió la pugna literatura añadiendo teatro, épica y lírica. El límite para las obras estaba impuesto en 20 000 palabras y pese a que podía mandarse en cualquier idioma, había que acompañar una traducción al inglés o al francés.

Como curiosidad, el propio barón de Coubertin ganó una medalla de oro en el apartado de literatura en 1912 con su Oda al deporte, que presentó con el seudónimo de Georges Hohrod y Martin Eschbach.

¿Qué os parece? Poner a la misma altura el deporte y el arte, en el mismo plano a atletas y literatos, mostrarlos al mundo con la idea de que forman parte de una sola cultura y que todos merecen la atención y el cuidado necesarios para su pervivencia. ¿Qué tiempos más locos, verdad?

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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