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Anécdotas de escritores VI

AutorGabriella Campbell el 23 de agosto de 2010 en Divulgación

Byron

-A Ray Bradbury le ofrecieron una suma considerable (unos cien mil dólares) por adaptar el guión de Guerra y Paz para la versión cinematográfica de King Vidor (1956). Bradbury se negó, explicando que el libro nunca le había llamado la atención y que había sido incapaz de leerlo, a diferencia de su esposa, que lo leía constantemente. La película fue un gran éxito pero Bradbury no se arrepintió de su decisión, alegando que “algunas cosas no pueden hacerse por dinero”.

-Una de las obsesiones comunes a la mayoría de los escritores es la cantidad ideal de palabras que deberían escribirse al día. Si bien la media suele oscilar en torno a las 1000 palabras, existen casos extremos, como Trollope, que producía unas 1000 palabras por hora, entre las cinco y media y las ocho y media de la mañana; o como Joyce, al que en una ocasión un amigo le preguntó, tras encontrárselo por la calle, que si había tenido un día productivo. El autor irlandés le contestó que sí, ya que había conseguido alcanzar la tremenda cantidad de tres frases. Claro que, teniendo en cuenta la hechicería lingüística de Joyce, esto no sería moco de pavo.

-La célebre bailarina Isadora Duncan le escribió una vez al dramaturgo George Bernard Shaw, comentándole que deberían tener un hijo juntos. “Piénsalo”, le insistió, “con mi belleza y tu cerebro, ¡qué maravilla de niño sería!”. Bernard Shaw le contestó: “Sí. ¡pero qué desastre si fuera al revés!”.

-Durante una de sus giras por Estados Unidos para firmar libros y dar conferencias, Mark Twain visitó a un barbero local para que lo afeitara. Twain informó al barbero de que era su primera visita a esa localidad, y éste le dijo que era un buen momento para estar allí, ya que Mark Twain iba a dar una conferencia esa misma noche. El barbero le preguntó a Twain si pensaba asistir, a lo que éste respondió que “seguramente”. El barbero luego le preguntó si había comprado una entrada, a lo que el escritor respondió que todavía no. El barbero le informó de que se habían agotado las entradas, así que tendría que escuchar la conferencia de pie. A esto Twain contestó, suspirando: “Qué mala suerte tengo, ¡siempre tengo que estar de pie en las conferencias de ese tipo!

-El conocido poeta romántico Lord Byron le regaló en una ocasión una espléndida y lujosa biblia a su editor, John Murray. Murray se mostró orgulloso de tan generoso presente, hasta el día en que descubrió que Byron había hecho una pequeña alteración en el texto: el último versículo del capítulo 18 del Evangelio de San Juan, que decía “Barrabás era un ladrón”, tenía la palabra “ladrón” tachada y sustituida por “editor”.

-Sir Arthur Conan Doyle, el popular creador de Sherlock Holmes, disfrutaba gastándole a sus amigos bromas pesadas de bastante mal gusto. Un día envió doce telegramas a doce amigos suyos, todos ellos personas importantes y de bastante poder. El telegrama decía “Huye inmediatamente, han descubierto tu secreto”. En menos de 24 horas los doce habían abandonado el país.

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