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Un libro sobrevalorado por la crítica. Me pareció aburrido y repetitivo. No me enganchó como serie.
Un soberbio ejemplo del poder de la narrativa bien trabajada. Me recuerda a Mutis, que con muy poco argumento hace un gran libro. En este caso, exorcizando los demonios de la infancia, y con un tono bastante íntimo, el autor nos ofrece esta joya que, a mi juicio, no es apta para todo tipo de lectores, pero cuando se le encuentra el gusto, queda uno con ganas de más.
Catarsis, purga, expiación...
Karl Ove Knausgard recurre a sus reminiscencias de la infancia y de la adolescencia para explorar las vetas confesas que lo marcaron en su formación como escritor y como persona.
El fallecimiento del padre será la chispa proustiana que esparcirá la lava y el fuego en los que agónicamente se quema o se abrasa.
Por medio de un estilo serio, sencillo, martilleante y concienzudo, desgrana sus más que acomplejadas frustraciones emocionales: Rabos de lagartija que por más que corte le vuelven a crecer una y otra vez.
Una extenuante introspección o bajada a los infiernos, en los que se deja verdaderos jirones de lacónica piel.
Ésta es la primera de una serie de novelas autobiográficas con las que el autor busca un camino más actual -aunque muy parecido- al realizado por Proust en "En busca del tiempo perdido".
Su forma tan pausada y detallada a la hora de escribir, se asemeja bastante a la de la islandesa Auour Ava Ólafsdóttir.
Solo recomendable para los que ya tenemos un bagaje profuso en lecturas, en las que importa menos la temática que el gusto por la buena escritura.
Aunque en principio me costó un poco acostumbrarme al lenguaje y su estilo, acabó siendo una gran revelación. Desde la mitad al final, es un relato apasionante sobre el reencuentro cara a cara con los recuerdos y figuras de la infancia.