Resumen y sinopsis de El sanguinario Barón Rojo de Kim Newman
El Gran von Drácula, expulsado de Londres, es ahora el comandante en jefe de los ejércitos de Alemania y del Imperio Austrohúngaro, mientras que Lord Ruthven, su antiguo discípulo, sigue siendo el primer ministro de Gran Bretaña. La guerra entre las grandes potencias lo es también entre los vivos y los muertos, entre la magia antigua y la ciencia moderna, entre la opresión y la libertad. En el Frente Occidental, los ases aliados del aire caen abatidos por el temido monstruo volador, el barón Von Richthofen.
Retomando la historia de El Año de Drácula y situando la acción treinta años más tarde, Kim Newman presenta un sobrecogedor siglo XX en el cual las naciones son gobernadas por monstruos no muertos y en el que el horror se mezcla con la política, la ciencia ficción con lo romántico y la sátira con la guerra.
Comentarios y opiniones de El sanguinario Barón Rojo
Jean MallartEl sanguinario Barón Rojo5
Si en «El año de Drácula» aparecían varios personajes clásicos de muchos autores diferentes haciendo “cameos” o, incluso, con cierto protagonismo, y se agradecía, en la continuación se abusa tanto de este recurso que llega a cansar. Sale hasta el apuntador; ya en la página 100 parece que ningún personaje del fantástico decimonónico puede haberse quedado fuera, pero el desfile sigue y sigue. Lo que en la novela anterior hacía gracia, en «El sanguinario Barón Rojo» llega a fastidiar y a estorbar. Newman introduce en la historia a estos personajes, la mayoría de las veces, por puro capricho, a veces con calzador, convirtiendo su novela en una especie de «Torrente III» con vampiros.
Una cosa es dar unos toques para ambientar y rendir pleitesía a los ídolos, y otra es lo que hace Newman en «El sanguinario Barón Rojo». Es como esos que tienen la suerte de poder casarse en una preciosa catedral gótica y se lían a atiborrarla de lazos de falso satén rosa con flores de plástico para “adornarla”.
Sirva como ejemplo de lo que no se debe hacer cuando se decide recurrir a este tipo de homenajes.
Si en «El año de Drácula» aparecían varios personajes clásicos de muchos autores diferentes haciendo “cameos” o, incluso, con cierto protagonismo, y se agradecía, en la continuación se abusa tanto de este recurso que llega a cansar. Sale hasta el apuntador; ya en la página 100 parece que ningún personaje del fantástico decimonónico puede haberse quedado fuera, pero el desfile sigue y sigue. Lo que en la novela anterior hacía gracia, en «El sanguinario Barón Rojo» llega a fastidiar y a estorbar. Newman introduce en la historia a estos personajes, la mayoría de las veces, por puro capricho, a veces con calzador, convirtiendo su novela en una especie de «Torrente III» con vampiros.
Una cosa es dar unos toques para ambientar y rendir pleitesía a los ídolos, y otra es lo que hace Newman en «El sanguinario Barón Rojo». Es como esos que tienen la suerte de poder casarse en una preciosa catedral gótica y se lían a atiborrarla de lazos de falso satén rosa con flores de plástico para “adornarla”.
Sirva como ejemplo de lo que no se debe hacer cuando se decide recurrir a este tipo de homenajes.