Resumen y sinopsis de La última función de Luis Landero
¿Puede una obra teatral cambiar la vida de quienes la representan? ¿Puede el arte transformarnos?
Un grupo de amigos jubilados todavía recuerda la tarde de aquel domingo de enero de 1994 en que un Tito Gil maduro hizo su aparición en el bar restaurante del pueblo, en la Sierra de Madrid. Lo reconocieron por su prodigiosa voz. Regresaba a su lugar natal el afamado actor, el niño prodigio, la gran promesa teatral que parecía haber triunfado en los escenarios de la capital, o tal vez de medio mundo. Quizá en busca de notoriedad, Tito Gil no tardará en proponerles una gran representación colectiva con la que revitalizar el turismo y atraer a gente. Será la última oportunidad de evitar el despoblamiento paulatino. Nadie parece resistirse, pero necesitan a una gran actriz que le dé a él la réplica. En esas fechas, Paula, una mujer que ha visto aplastados sus sueños por la rutina laboral, toma el último tren en Atocha y despierta, sin saberlo, en la estación de un pueblo para ella desconocido.
Bajo el sortilegio de un relato oral colectivo, en La última función Luis Landero vuelve a deleitarnos con la fascinación de una historia y de unos personajes que parecen salir de la bruma y tomar la escena para sentirse transformados. Una historia de amor inesperada, y un sinfín de personajes secundarios humorísticos y admirables que culminan en un magistral desenlace.
Este relato en actos tiene dos aspectos destacados, por un lado, el exceso, la desmesura; los dos personajes principales son totalmente exagerados, Tito Gil y Paula. Representan en realidad el esquema de las primeras novelas de Landero, las que le dieron tanta fama, por ejemplo, el Faroni de “Juegos de la edad tardía”, o los personajes estrafalarios de “Caballeros de Fortuna”; el enfrentamiento entre el ideal que representan, Gil el artista, el hombre de teatro, o Paula, el deseo de felicidad, que choca bruscamente contra la realidad oscura representada por el mundo burocrático y la carrera de derecho en el caso de Tito, o la amargura de un matrimonio infeliz en el caso de Paula.
Es un esquema quijotesco, que es del gusto de Landero. Lo que ocurre que lo que fue original, y renovador a finales de los años ochenta o noventa del siglo XX, en un momento de dominio de las novelas policiacas o históricas, pierde gracia. Todos los personajes, principales y secundarios, son personajes bastante grotescos, fracasados e incomprendidos por la realidad. Pero esto no es suficiente para armar una novela con interés.
La otra línea principal de la novela es la digresión, casi verborrea, cualquier motivo lateral o paralelo da lugar a un desarrollo como la relación entre el sexo y la cocina en el caso de Tito, o las páginas que dedica a resumir el argumento de la “Última función”.
Por tanto, es un obra menor, que me recuerda a la reciente “Tres enigmas para la Organización” de Mendoza, en el sentido de que explotan esquemas argumentales ya empleados por los autores (en el caso de Mendoza el de aquellas novelas humorísticas de entramando policiaco de gran éxito a principios de los años 80 como “El misterio de la cripta embrujada”).
Son autores de indiscutible trayectoria, pero que ahora publican novelas de corta duración que son variaciones sobre otras suyas, queridas, pero ya pasadas, y que lamentablemente han perdido frescura.
Dicho esto, la prosa de Landero es de calidad, siempre interesante, su imaginación desbordada y el tema del teatro como actividad curativa hace que se lea con agrado.
Sigo a este autor desde hace tiempo porque admiro su estilo literario y su sencillez a la hora de contar historias. Esta última novela nos traslada a mitad del siglo pasado y gira en torno a los sueños de dos personajes, Tito y Paula, cuyas historias vamos conociendo en paralelo a lo largo de la narración. Me ha parecido que el autor hace un homenaje a las gentes del teatro y a esos pueblos que hoy llaman de la España vaciada donde representar una obra significaba todo un acontecimiento para sus habitantes. No es de lo mejor de Luis Landero, pero se lee con agrado.
Un cuento que, a mi entender, nada aporta. Lo siento, pero creo que es una pérdida de tiempo.
Landero nos ofrece una historia que es a la vez la de un amor inverosímil y el canto del cisne de uno de esos pueblos perdidos de la España vacía (que no vaciada). Todo ello salpicado de un sutil humor que impregna toda la obra y narrado con una prosa magistral.