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Los límites de la lectura rápida

AutorAlfredo Álamo el 6 de noviembre de 2019 en Divulgación
  • Nuestro cerebro tiene límites para absorber información.
  • Existen varias técnicas para incrementar nuestra velocidad.

Reloj antiguo con libro y gafas.

La lectura rápida es una habilidad de lo más interesante, que se puede aprender de una manera sencilla. Estamos acostumbrados a leer cada uno a nuestro propio ritmo, que en ocasiones puede ser más lento de lo habitual, pero, normalmente, hay un margen de mejora si es que queremos ir un poco más deprisa. Existen diferentes técnicas usadas para leer más deprisa, pero hay que tener cuidado, ya que la alta velocidad puede llegar a ser contraproducente.

Hay que tener en cuenta que la velocidad a la que leemos viene determinada por cómo nuestros ojos logran fijar los grupos de palabras del texto y la rapidez con la que nuestro cerebro puede procesar la información y comprenderla.

Una técnica sencilla para aumentar la velocidad de lectura es eliminar la subvocalización que muchos realizan al leer, es decir, que nuestro cerebro hace como que escucha las palabras que leemos, como si nos estuviéramos dictando nosotros mismos el texto. Es una reacción normal, pero si logramos eliminarla, podemos aumentar notablemente nuestra velocidad sin apenas consecuencias.

Uno de los métodos clásicos recomendados para esto es utilizar nuestro dedo índice para guiar los ojos por el texto, pero, aunque esto puede darnos más velocidad, hay que tener en cuenta que es fácil perder el hilo de lo que estamos leyendo si no dejamos que nuestro cerebro sea el que guíe los ojos y la manera de procesar las palabras.

También existe un método que afirma que podemos incrementar la velocidad de lectura tratando de ampliar nuestra atención a más de una línea a la vez, como si pudiéramos abarcar párrafos de un solo vistazo. Esto hace que leamos más rápido, pero, al mismo tiempo, sacrificamos todo aquello fuera de nuestro alcance visual, y se ha demostrado que nuestro cerebro no puede leer dos líneas a la vez y quedarse con la información de ambas.

En los últimos tiempos se han puesto de moda varias aplicaciones que utilizan otra técnica: la de mostrar el texto a partir de palabras individuales, pudiendo ajustar la velocidad a la que aparecen. Es decir, en lugar de enseñar a tus ojos a pasar rápidamente de una palabra a otra, son las palabras las que aparecen y desaparecen cada vez más deprisa.

¿El resultado? Bien, como en los casos anteriores, en el momento en que superamos cierta velocidad, y eso es diferente para cada persona, la memoria sobre lo que estás leyendo disminuye en picado. No puedes volver atrás para retomar el hilo en un momento de distracción y te somete a un estrés constante.

En resumen, la lectura rápida es una herramienta interesante si no necesitas una comprensión completa del texto que estás leyendo y solo quieres hacerte una idea más profunda que la de un sencillo resumen. Podemos probar varias de estas técnicas y encontrar el punto en el que dejamos de comprender y memorizar a la perfección, para aumentar poco a poco nuestra, por así decirlo, velocidad de crucero. Otra cuestión sería encontrar una razón de peso para no leer con tranquilidad.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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