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La broma que convenció al mundo de que Hansel y Gretel era una historia real

AutorAlfredo Álamo el 5 de julio de 2019 en Divulgación
  • Un libro de 1963 probaba la existencia de los gemelos.
  • Se convirtió en un éxito de ventas.

Hansel y Gretel junto a la malvada bruja.

Hansel y Gretel es uno de los cuentos de hadas más famosos de la historia desde su aparición en los Cuentos de los hermanos Grimm en 1812. Por eso, cuando La verdad sobre Hansel y Gretel apareció publicado en 1963, se generó un auténtico fenómeno mediático en Alemania. ¿Acaso era posible que estuviera basado en una historia real? De hecho, el libro fue calificado como uno de los más importantes de la década.

Entre las páginas de La verdad sobre Hansel y Gretel había abundante material gráfico, incluyendo la fotografía de una receta de lebkuchen, es decir, galletas de jengibre, que, en teoría, pertenecía a la malvada bruja que habitaba en el bosque. Una bruja a la que Hansel y Gretel habrían asesinado para quedarse con su receta.

El libro está planteado desde una perspectiva académica clásica, mezclando arqueología con cierta erudición filológica, muy parecido al trabajo de Schliemann a la hora de descubrir Troya. El libro tuvo un gran impacto, la prensa se lo tragó enterito, y pasó las primeras revisiones de expertos en el tema sin ningún problema.

Pero el libro en cuestión era una monumental broma literaria pergeñada por Hans Traxler, un conocido autor de literatura infantil, que decidió reírse de todo el mundo con su engaño literario. Eso sí, no fue fácil; le llevó varios años de documentación y lecturas, visitando el museo de los Hermanos Grimm, y revisando otros libros dedicados a la arqueología local.

La tesis del libro de Traxler, firmado por un imaginario Georg Ossegg, consistía en que la historia de Hansel y Gretel tenía un origen real. Decidió que el bosque en cuestión era el de Spessart, ya que los granjeros lo llamaban el Hexenwald, o Bosque de la bruja. Ahí se rumoreaba que había una casa de la bruja.

Ossegg trató de localizar el claro donde los padres de los gemelos los abandonaron, con la ayuda de un joven de ocho años, al que dio unos guijarros para que fuera tirando en el camino. No encontró nada. Decidió hacerlo él, y sí que dio con un claro en una zona casi inaccesible. Debido a eso, determinó que Hansel y Gretel no eran niños, sino adultos.

Casita hecha con pan de jengibre.

Luego pasó a encontrar la casa de la bruja. Encontró las ruinas y comenzó a excavar, encontrando cuatro grandes hornos. En uno de ellos halló el esqueleto de una mujer. Pocos detalles más parecidos al cuento pudo descubrir, pero los restos de la puerta principal indicaban que había sido derribada a la fuerza.

Pero el gran descubrimiento, además de algunas herramientas de cocina, fue una pequeña lata de hojalata, dentro de la cual se encontraba un lebkuchen carbonizado y un trozo de papel, que resultó contener una receta de, sí, lo habéis adivinado, el plato de jengibre.

Aquí empieza lo elaborado del engaño. Analizando el lenguaje de la receta, Ossegg determinó que la mujer era originaria de Wernigerode, donde acudió a revisar documentación de la época. Allí encontró datos sobre un juicio de 1647 a una tal Katharina Schraderin, también conocida como la bruja pastelera.

Al parecer, Schraderin había inventado el mejor lebkuchen de la historia, y otro panadero, Hans Metzler, trató de casarse con ella para conseguir la receta. Ella lo rechazó, y él la acusó de brujería. Fue absuelta, pero la pastelera decidió largarse e instalarse en medio de un lejano bosque. Pero Hans, y su hermana Grete, la buscaron hasta dar con ella. Irrumpieron en su hogar y luego la asesinaron.

Hans fue acusado de asesinato posteriormente, pero acabó siendo absuelto, ya que en su defensa utilizó la historia que todos conocemos sobre una bruja caníbal que hacía pasteles con los niños a los que engordaba. Luego, se mudó a Nuremberg, donde se hizo famoso cocinando su propio lebkuchen.

Nada de todo esto era cierto, pero Traxler logró dotar al conjunto de un serio e incontestable aire de verosimilitud. Se disfrazó de Ossegg y sacó muchas fotos del yacimiento arqueológico, con él mismo empuñando el pico, desenterrando cosas… su falsificación de la receta fue antológica y costó bastante que unos expertos descubrieran el engaño. Mientras tanto, en medio de un gran revuelo mediático, Traxler se lo pasó como un niño pequeño.

En 1964 se descubrió la broma, pero el libro se ha seguido vendiendo bastante bien. De hecho, superó los 200.000 ejemplares. Todavía hoy hay gente que cree en la tesis fantástica de Traxler. En 1987 hubo una adaptación cinematográfica basada en su tesis.

Vía: Atlas Obscura

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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