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Por qué olvidamos los libros que leemos

AutorAlfredo Álamo el 12 de septiembre de 2018 en Divulgación
  • Cada vez olvidamos con mayor facilidad.
  • Hay diferentes maneras de alimentar nuestro cerebro.

Viejo libro de mapas y unas gafas.

¿Cuántos libros lees por semana? En mi caso es difícil de decir ya que leo varios a la vez, pero estaría en una media de tres o cuatro, la mayoría de ellos por distintos aspectos de mi trabajo. Sinceramente, a la semana de haberlos terminado es poco lo que recuerdo de ellos a menos que me hayan impactado de una manera fuera de lo normal. Esto le pasa a la mayoría de la gente, y no solo con libros, sino también con series de televisión y películas.

Nuestro cerebro tiene unos límites y una manera de trabajar determinada. Si no hacemos más que darle un libro detrás de otro, lo más probable es que no le de tiempo a reposar la información el tiempo suficiente como para que se quede en nuestra memoria a largo plazo. Se ha probado la retención de memoria entre aquellos que se ven una serie de televisión del tirón y aquellos que la ven semana a semana; los que dilatan el visionado tienen siempre un mejor recuerdo.

Además, nuestra manera de trabajar con la información ha cambiado mucho con la era digital. Hoy en día, con encender el teléfono tenemos acceso a casi cualquier información o dato relevante. No tenemos la necesidad de recordar, sino de aprender a buscar. Eso hace que el cerebro no se esfuerce en memorizar, sino que sentimos un cierto disfrute simplemente al encontrar lo que estábamos buscando.

Si, por ejemplo, leemos un libro de una sentada, como puede pasar en un viaje en avión, recordaremos menos de él que si lo vamos leyendo poco a poco en un entorno cómodo y agradable. Aunque no pensemos que lo digital es una revolución negativa en cuanto a la memoria; Platón ya recogió en su día la opinión de Sócrates sobre la palabra escrita, que no era otra que iba a acabar con la memoria del ser humano.

Sí, tanto la palabra escrita como el acceso digital instantáneo a la información han cambiado la manera que tenemos de procesar la información. Además, no hay que dejar de lado la cantidad de palabras, imágenes y sonidos que intentamos procesar hoy en un día normal. La comparación con alguien de hace un siglo sería abrumadora.

Todo esto tampoco quiere decir que seamos incapaces de recordar lo que hemos leído. Dejando a un lado aquellos libros que nos han marcado, siempre presentes, lo habitual es que el resto se mantenga latente en nuestra memoria, a la espera de algún detonante que los haga aparecer. ¿Por ejemplo? Una conversación con un amigo, una sinopsis… casi toda nuestra memoria funciona por asociaciones, así que solo hay que encontrar las claves para volver a recordar.

Y es que los libros, las películas y las canciones no se almacenan en nuestra cabeza como en un ordenador. Se mezclan entre ellos y con nuestros sentimientos, con los olores, la luz, una voz amiga. Forman parte de un tapiz complejo, un millar de hilos interconectados. De ahí la complejidad de acceder a ellos con facilidad en un mundo sobrecargado de estímulos y en el que la inmediatez parece más importante que la calidad.

Vía: The Atlantic

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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