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¿Qué es un manuscrito iluminado?

AutorAlfredo Álamo el 12 de junio de 2018 en Divulgación
  • Este arte de crear libros alcanzó su esplendor en la Edad Media.
  • Los primeros están datados alrededor del siglo V.

Ilustración iluminada medieval.

Es fácil imaginar a un puñado selecto de monjes aplicados sobre las mesas de trabajo, trabajando de manera incansable en libros decorados con maestría. Esos mismos libros que hoy en día podemos admirar en museos y bibliotecas, con páginas cubiertas de exquisitos dibujos y miniaturas, y que todavía mantienen ese peculiar brillo que es capaz de maravillarnos, pese a que han transcurrido siglos desde su creación.

Los libros iluminados, si nos ponemos puristas, son aquellos en cuya decoración se han empleado materiales preciosos, como el oro o la plata, pero hoy en día se usa este término para referirnos a libros ilustrados y decorados, sobre todo a los que fueron creados en la Edad Media, tanto en países de tradición cristiana como islámica.

Los primeros manuscritos iluminados aparecen en el siglo V, en su mayor parte códices de los últimos años de la época clásica y de tipo religioso, aunque de estos tiempos casi todo lo que nos ha llegado son fragmentos de estos viejos libros. Cuanto mejor el soporte en que fueron escritos, mejor han perdurado en el tiempo. Es decir, los libros hechos con vitela y otras pieles de gran calidad se han conservado mejor, además de resaltar todavía más el efecto de las tintas más brillantes.

Con el tiempo se impuso el papel, más barato y de mayor facilidad para trabajar. Los principales creadores de estos libros eran monjes y religiosos, que trabajaban con textos bíblicos y teológicos, aunque también se trabajó mucho con textos antiguos y traducciones. También se crearon libros por encargo de reyes y nobles.

Hay que dejar claro que, si bien se copiaban muchos libros, no todos eran ilustrados. Este proceso era extremadamente caro, ya que la vitela o el pergamino eran productos de lujo, por no hablar del coste de usar tintas especiales. El oro y la plata hacían de estos libros verdaderos objetos de lujo.

Luego estaba el tema de la mano de obra. Un artesano de la época podía crear intrincadas ilustraciones o miniaturas para adornar los libros, siendo habitual el trabajo sobre las letras capitales al inicio de los capítulos. Todo esto costaba semanas de trabajo en los que un error podía salir extremadamente caro. Esta tradición perduró con la llegada del fin de los libros manuscritos y la imprenta.

En sus últimos años, se generó una auténtica industria alrededor de estos libros. Dejando a los monjes de lado, ya entrado el siglo XIV, los nobles y mercaderes comenzaron a comprar libros ilustrados, bien religiosos, como los libros de horas, o bien relacionados con el mundo de la heráldica y la genealogía.

Con el auge de la imprenta, el libro iluminado se redujo a algo testimonial, aunque los libros ilustrados se siguieron produciendo para los más ricos, antes de que los grabados a nivel industrial se hicieran por completo con el mercado. Pese a todo, el trabajo artesanal y las tintas de lujo siguen marcando la diferencia y asombrando a cualquiera que se asome a uno de estos antiguos códices.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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