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Las guerras bibliotecarias de la antigüedad no eran cosa de broma

AutorAlfredo Álamo el 3 de mayo de 2018 en Divulgación
  • El prestigio de una biblioteca era realmente importante.
  • La rivalidad entre las más grandes era notable.

Estatua griega del dios Neptuno.

Todos tenemos en mente la enorme fama de la antigua Biblioteca de Alejandría, una de las maravillas del mundo antiguo y que ha generado numerosas historias y leyendas. Lo que mucha gente no sabe es que, pese a su majestuosidad, no era la única gran biblioteca de su época, otras grandes instituciones rivalizaban para convertirse en la mejor de las bibliotecas griegas, aunque para eso tuvieran que recurrir a métodos cuestionables.

Si una biblioteca se enfrentó con rabia a Alejandría, esa fue la de Pérgamo, situada en la actual Turquía. Hay que decir que los gobiernos de ambas ciudades respaldaban por completo a sus bibliotecas, ya que sus reyes tenían claro que esto iba más allá del mero conocimiento, convirtiéndolo en una cuestión de prestigio internacional.

Hay que tener en cuenta que, en esta época, tras la muerte de Alejandro Magno, el imperio se había extendido para luego dividirse en ciudades estado, gobernadas por comandantes militares autoproclamados reyes, que buscaban extender su área de influencia para convertirse en emperadores. Las bibliotecas, aunque parezca mentira hoy en día, eran uno de los elementos clave para ganarse el respeto lejos de sus fronteras.

La dinastía de los Ptolomeos se gastó muchísimo dinero en la Biblioteca de Alejandría, no en vano Egipto era una de las más ricas regiones de su época y poseían grandes riquezas, incluyendo un gran fondo documental. El objetivo era tener una copia de cada libro existente en el mundo. Esto provocó una boyante nueva profesión, la de falsificador de libros antiguos, ya que los alejandrinos pagaban muy bien por rarezas y libros especiales. Llegaron a tener 500.000 rollos.

Pero Pérgamo no se quedó muy atrás. Sin el gran poder de Egipto, pero con mucho trabajo extra, llegaron a poseer 200.000. Ese auge de la nueva biblioteca no le hizo mucha gracia a los reyes de Egipto, al fin y al cabo estaban compitiendo por los mismos libros, e incluso por los mismos académicos y bibliotecarios de prestigio, que se robaban unos a otros ofreciendo más y más dinero.

En una ocasión, en Pérgamo lograron atraer a muchos eruditos gracias a una versión comentada de las obras de Homero, que era justo la especialidad principal de Alejandría. Esto no les sentó nada bien a los alejandrinos, y comenzaron una búsqueda de todos los ejemplares del poeta griego para ver quién poseía la versión más ajustada a la versión oral original.

La cosa llegó a tal extremo que incluso se llegó a prohibir a algunos eruditos e investigadores que abandonaran sus ciudades por miedo a que se fueran a una biblioteca rival. De hecho, los rumores indican que algún académico dio con sus huesos en la cárcel tras rumorearse que iba abandonar Alejandría para instalarse en Pérgamo.

Pero el conflicto dio un salto cuando desde la dinastía ptolemaica se cortó el tráfico comercial con Pérgamo para limitarle el acceso a los papiros en blanco, con la intención de que la actividad cultural de la biblioteca se detuviera por completo. El resultado, sin embargo, fue muy diferente, ya que la necesidad llevó a la gente de Pérgamo a refinar el proceso por el que se usaba el cuero para escribir, inventando el pergamino.

Guerras comerciales, toma de prisioneros, sobornos, robos… la relación entre ambas bibliotecas, que con los siglos acabaron destruidas, tuvo su lado oscuro, pero también hizo que se convirtieran en un ejemplo de trabajo en lo académico y durante siglos fueron dos de los más importantes centros culturales del mundo.

Vía: Atlas Obscura

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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