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¿Debe la cultura ser gratuita?

AutorAlfredo Álamo el 27 de diciembre de 2011 en Opinión

Cultura libre y gratuita

La respuesta a la pregunta que da título al artículo no debería suponer un esfuerzo para toda persona de bien: En las condiciones adecuadas la cultura siempre debe ser gratuita. No sólo eso, debería ser, además, libre. Libre para ser copiada, transmitida, modificada, usada, denostada, ensalzada, mordida, digerida y gastada. Todo siempre, y este es el punto importante, en las condiciones adecuadas.

Sostener que la cultura debe ser onerosa, que hay que pagar por ella sí o sí, sólo puede responder a intereses puramente personales. Pensemos de manera utópica durante unos segundos, ¿no sería maravilloso un mundo en el que toda forma artística, todo conocimiento, estuviera al alcance de nuestras manos con tan sólo quererlo? ¿Acaso se banalizaría la cultura por disponer de un acceso universal y gratuito a ella?

Sin embargo, no estamos en un mundo utópico. La cultura conlleva un coste de creación, no se genera de manera espontánea, aunque a muchos pueda parecerles que el acto creativo no requiera dificultad o esfuerzo. Siempre hay un gasto, aunque no contemos con los entresijos editoriales que hacen que una obra se defina, perfeccione y llegue a nuestras manos de la mejor manera posible, el gasto personal existe y suele ser más grande de lo que pensamos.

Hasta ahora los autores, los creadores, permitidme que hable de los escritores en concreto, reciben un porcentaje por libro vendido, tradicionalmente establecido en un 8 o un 10 por ciento. Con esta premisa no es tan raro que pocos autores clamen al cielo por lo caro de sus libros y también pocos vean con buenos ojos los precios bajos que se reclaman por los ebooks. Ese, más el anticipo, calculado en base a tirada y prestigio, es el maná con el que las editoriales llevan décadas alimentando a los escritores. No me malinterpretéis, es un negocio cómodo para el escritor, que se desentiende de prácticamente el resto del proceso editorial. Ni márketing, ni organizar giras, ni preocuparse de portadistas, correctores o distribuidores. Nada de nada. Es lógico entonces que cuando el sistema se tambalea y las cosas cambian, los propios escritores se asusten al ver amenazado un modo de vida que ha demostrado su solvencia.

O, al menos, eso es lo que nos cuentan los escritores que viven de sus libros. Si hiciésemos un listado de escritores y nos fijáramos en los que única y exclusivamente viven de sus libros con este sistema nos daríamos cuenta de que son muy pocos, una élite de gran éxito, éxito conseguido por sus medios y valía, que conste, pero que no pueden ser representativos de la mayoría.

¿Y qué le parece a esa mayoría? Bueno, para qué engañarnos, a mi me encantaría dedicarme sólo a escribir, mandar un correo electrónico a mi editor y olvidarme hasta cobrar el cheque. Pertenecer al olimpo literario es una aspiración llena de glamour, vivir bajo los focos, ser conocido, popular… el masaje de ego que todo escritor necesita amplificado por mil. Ahora, tampoco pasa nada por combinar trabajo y literatura, sobre todo, en mi caso, por ejemplo, si mi trabajo, o trabajos, están dentro de ese «mundo literario» (talleres, charlas, artículos). Otros autores, por ejemplo, son muy felices siendo químicos, ingenieros, arquitectos, periodistas o músicos, además de escritores, aunque no siempre se tiene esa suerte (no ya que te guste el trabajo, sino, simplemente, tener uno).

Pues bien, la cultura en un mundo ideal sería gratuita, y la literatura, en el mundo que nos ha tocado vivir, no lo es. Sin embargo, parece que en el futuro es más que probable que el sistema actual de producción y venta de libros cambie, si a mejor o a peor, no se sabe, lo que está claro es que va a ser mucho más grande y más barato. ¿Se repartirá más el dinero en una base amplia y menos en una élite? ¿Se creará una nueva élite que ganará mucho más dinero? ¿Se agruparán los autores para pagar servicios editoriales al margen de las grandes empresas? ¿Conseguirán desde las editoriales controlar las descargas y el modo de consumo al que nos dirigimos?

Todo son preguntas a las que no tengo respuesta, y sé que vosotros, lectores, escritores, libreros, editores, tenéis más preguntas todavía. Creo que es el momento de comenzar a dialogar, de conocer más vuestras inquietudes y propuestas. Os esperamos, como siempre, en los comentarios.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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