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El recuerdo a los que fueron eliminados y condenados al olvido en la retaguardia fascista durante la guerra civil y durante los meses posteriores, es un tema que todavía hoy, tras la descafeinada pero muy auto-alabada \"transición democrática\", llama a gritos a la amnésica memoria histórica de los españoles. En este trabajo el autor se centra solo en una zona concreta del Estado (para profundizar mas en los datos); zona que desde luego pasa por ser de las que mas sufrieron estos crímenes. Hay que insistir en que el libro trata de violencia política aplicada lejos del frente de guerra y en su mayoría tras el fin de esta, por lo tanto, la habitual puesta en escena de "la violencia de ambos bandos y pasemos página" queda desde luego en entredicho. Se trata de recordar para no olvidar, que los vencedores de la guerra practicaron la eliminación física del enemigo político y la extensión del terror como forma de consolidar su victoria, por cierto conseguida a su vez por las armas y no por la razón.
El autor nos contagia la pasión de su propio descubrimiento, casi de manera casual, de un personaje que por menor, no deja de ser interesante y fuera de lo común. Algo mas que un simple vasco enfrascado en algunos de los mas interesantes episodios históricos del siglo XIX.
Siguiendo la pista en México del navarro Espoz y Mina, un personaje bastante mas conocido que el que nos ocupa, Egaña descubre y decide investigar posteriormente a este herniaria, Martín de Arbezu. "Contrabando de armas a favor del trono legítimo en los años previos a la guerra civil; enlace del huido de dicha guerra civil, Manuel Santacruz Loidi con sus partidarios; Conspiración y alzamiento de armas contra el emperador Maximiliano en México; participación en la revolución comunera de París (Francia) con los alzados contra la monarquía francesa y participación en los debates de la Internacional Obrera en Londres (Gran Bretaña) y en la creación de una Internacional Terrorista..." son las acusaciones del Gobierno militar, en Hernani, sin saber si todavía estaba vivo, a sus posibles 84 años de edad. Desde luego, como punto de partida, dan para una entretenida novela de aventuras. Sin embargo, el autor decide quedarse en un formato tipo "biografía novelada", lo que le da a la obra una mayor precisión histórica y de calidad.
Las guerras civiles son horribles tanto por guerras como por civiles que es aun peor (pues la herida queda en casa). En esta y otras obras está muy bien que se deje constancia de los hechos y de las barbaridades que se hicieron con las victimas (¡pero ojo, teniendo en cuenta que salvajadas se hicieron en ambos bandos!). En el caso de esta obra de Egaña su autor “olvida” que Navarra y Alaba se sumaron al golpe militar y que en su día ambas participaron generosamente en la composición de los contingentes de tropas franquistas ( tercios de requetés tradicionalistas y demás especias varias). El autor se centra en el olvido de las victimas (cosa que está muy bien recordar) y no en el propio “olvido” vasco de los múltiples verdugos propios que coadyuvaron en Euskal-Herria a estas barbaridades (cosa que está muy mal ). Los muertos han de lamentarse y más si sus muertes son injustas pero no fue Euskal-Herria (cuyo gobierno traicionó vergonzantemente a la Republica) un zona excepcional en este sentido durante nuestra desgraciada guerra civil. Es de llorar la cruel muerte de estas 6018 personas (con seguridad inocentes) que nos menciona en este libro ciertamente muy documentado. De la misma manera ha de lamentarse la de todas aquellas otras fuese cual fuese su bando que murieron sin tener culpa alguna. Creo que Egaña falla en este libro pues hay que ser ecuanime y neutral al contar la historia e intentar no reescribirla olvidando los errores propios. ¿Por cierto, se acuerda el autor de cuantas tropas que se unieron a Franco en Vascongadas tras el pacto de Santoña...?