- Casi todos cometemos los mismos errores.
- Son fáciles de detectar y de corregir.
Narrativa episódica.
Aunque hay excelentes autores que pueden aprovecharse de esta manera de contar historias de una manera magistral, si no lo estamos buscando a propósito resulta un problema muy grave. Estamos hablando de la carencia de una estructura que hile la narración de principio a fin, es decir, que nos encontramos ante una serie de capítulos donde nunca se llega al conflicto, al cambio, a la resolución. Aquí el problema poder muy grave, que afecte a todo el libro, o sólo a ciertos momentos, pero, sin duda, hay que corregirlo.
Inconsistencias.
Es muy importante tener claro cómo vamos a narrar una historia. Si dentro de un mismo capítulo cambiamos de punto de vista, de un narrador omnisciente a una primera persona, o a seguir a un personaje de cerca y saltar a otro sin más, entonces vamos a tener un problema con el lector, que se va a hacer un lío al no tener claro quién o cómo se está narrando. De nuevo, como en la narrativa episódica, un buen escritor puede jugar con esto, pero es arriesgado y siempre debe hacerse por un buen motivo.
Sobreinformación y problemas de información.
Hay autores que se documentan de manera fantástica a la hora de acometer una novela. Eso está bien, claro, permite una narración más rica y compleja, con detalles interesantes y un mejor perfil de los personajes. El problema llega cuando el escritor se da cuenta de que mucha información, que a él le parece interesante, no va a salir en la narración, pero él se empeña en ponerla. Esto es una lacra, sobre todo en la novela histórica: rompe el ritmo de la historia y, en ocasiones, se hace muy aburrido.
También hay que tener cuidado en enseñarle al lector más de lo que necesita en relación con la propia trama. Si abusas de los flashbacks y de los capítulos explicativos, es que la estructura está fallando, ya que una buena narración no necesita de tanta información extra.
Diálogos poco naturales.
Como en cualquier otro aspecto del libro, con los diálogos hay que ser coherente. Si vas a usar un tipo de diálogo en el que los personajes hablan de una manera extraña, esto tiene que suceder por alguna razón y, además, no sólo en alguna ocasión. También tienes que tener en cuenta la coherencia de los personajes: no habla igual un refinado aristócrata repelente que un detective privado criado en la calle y con muy malas pulgas. Si todos suenan igual, es que no estás logrando caracterizar como toca a los protagonistas de tu historia.