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Prácticos consejos para inventar tu propio idioma ficticio

AutorAlfredo Álamo el 1 de noviembre de 2017 en Divulgación
  • De Tolkien a George R.R. Martin hay muchos ejemplos.
  • No hace falta que hagas una gramática completa.

Ideogramas orientales en una pared de madera.

Si escribes o lees literatura fantástica te habrás encontrado en más de una ocasión con personajes que hablan un idioma inventado. Los hay que ha sido trabajados hasta el límite, como es el caso de los lenguajes que encontramos en la obra de Tolkien, y otros que no van tan lejos, como el dothraki inventado por George R.R. Martin. Además, claro, están los que tiran de invención total y juntan palabras sin sentido para dar la impresión de un galimatías incomprensible y que se nota, a la legua, que no tiene el menor sentido.

No es tan complicado crear un idioma, o, al menos, la apariencia de un idioma. Si no vas a poner largos diálogos bien estructurados, tampoco hace falta que te conviertas en un filólogo, pero con que uses ese idioma de vez en cuando, hay que dar un aire de verosimilitud. Hoy os damos unos ejemplos de cómo hacerlo.

Encuentra inspiración en el mundo real.

Si quieres crear algo creíble, lo mejor es que prestes atención a los idiomas que ya existen. De Tolkien a Martin, ambos trabajaron sobre bases existentes para conseguir crear algo nuevo. El sindarín se inspiró en el galés, por ejemplo, y el quenya en el finés. El extraño vocabulario de La naranja mecánica se creó a partir de palabras rusas.

Si estudias por encima idiomas que se alejan de lo habitual en tu zona, en tu ambientación, encontrarás contrastes muy interesantes. Los idiomas no indoeuropeos te van a dar mucha sonoridad y elementos novedosos. Tenlos en cuenta.

Modifica los sonidos.

El klingon de Star Trek está basado en lenguajes humanos reales, pero a los que se les ha cambiado la pronunciación. Imagina palabras francesas donde la letra “r” no se pronuncia igual, sino que sea como la “r” más dura del español. Haz un par de modificaciones más y tendrás un idioma casi nuevo. Además, ¿cómo crees que habla un orco? ¿Cómo es su boca? ¿Y un dragón? ¿Cómo sería hablar con una larga lengua bífida como esa?

Añade un idioma secundario.

Un idioma está compuesto de numerosos préstamos. Muchas palabras de uso común nos han llegado de otros idiomas, e incluso algunas todavía están en proceso de adaptación. Si mezclas tu idioma inventado con préstamos adaptados del idioma del resto de los personajes, tendrás un lenguaje más creíble. E incluso el uso esporádico de dos lenguajes diferentes da un encanto especial. En la serie de televisión Firefly hablaban inglés, pero maldecían en chino. Un detalle que engrandece la acción.

Haz un listado de vocabulario, lenguaje especial y frases comunes.

Lo importante en todo este proceso es crear un idioma que te ayude a escribir una fantasía más estable, creíble y redonda, no al revés. Así que lo importante es que los personajes tengan todas las facilidades para expresarse. Lo normal es que enseguida tengas las palabras más sencillas que van a usar, claro, como “Hola” o “Adiós”, pero tienen que tener más. Considera las frases comunes para saludar, maldecir, desear buena suerte, etc. Son puntuales, pero se quedan en la mente del lector. Lo mismo con las palabras especiales o técnicas que usen todos en el mismo idioma. Añade todo esto a un diccionario del procesador de textos o vas a acabar harto de ver tanta línea roja al pasar el corrector.

Encuentra autores que piensen como tú.

De nuevo, el trabajo con otros autores es fundamental. Sacar de la nada un idioma, aunque sea algo parcial, es un gran trabajo que tiene que sonar bien. Busca escritores que estén trabajando en algo parecido y comparte los problemas y las soluciones que hayas encontrado. Seguro que dos o tres cabezas funcionan mejor que sólo una.

Vía: Helping Writers Become Authors

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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