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Si Kafka hubiera tenido una apisonadora todo habría sido diferente

AutorAlfredo Álamo el 1 de septiembre de 2017 en Opinión
  • Muchos autores han querido que su obra póstuma fuera destruida.
  • Terry Pratchett pidió que una apisonadora a vapor destruyera su disco duro.

Apisonadora a vapor.

Ser escritor no es tarea fácil. Depende mucho de la propia capacidad crítica, que en ocasiones lleva a un autor a desechar su propia obra. Es más, en el caso de que dicha obra esté sin revisar, o incluso terminar, esa sensación se engrandece. Muchos autores a lo largo de la historia de la literatura han dejado claro su deseo de que su trabajo inédito sea destruido, aunque la mayoría de las veces su voluntad no ha sido respetada.

Está claro que sobre la obra inédita de un autor conocido existe un gran interés económico además del meramente literario. Se puede hacer mucho dinero con una obra desconocida que aparece de la nada, y eso lo sabe bien la industria editorial y los herederos de los derechos de autor, que incluso son capaces de permitir que nuevos autores revivan personajes clásicos, como ha pasado con Poirot, por ejemplo.

Quizá el caso más conocido de un autor que pidió ver su obra arder en las llamas y del que pasaron olímpicamente es Franz Kafka. Su amigo, Max Brod, se quedó con todos sus papeles y desde entonces se han ido publicando varias novelas inéditas. Todavía queda bastante material por sacar a la luz.

Poco antes de su muerte, Vladimir Nabokov entregó el manuscrito incompleto de El original de Laura a su mujer Vera, con instrucciones precisas para que lo destruyera, algo de lo que fue incapaz. El original se mantuvo en la familia hasta 2008, cuando su hijo Dimitri decidió publicarlo. La crítica encontró el libro flojo y sin pulir. Vamos, lo que Nabokov ya sabía en 1977.

Ambos escritores habrían firmado la última voluntad del autor británico Terry Pratchett, conocido por su serie de fantasía humorística de Mundodisco. A día de hoy cuenta con una verdadera legión de fans, por lo que un solo libro de esta serie se vendería por una auténtica millonada. Pero Pratchett ya lo tenía previsto, así que ordenó que el disco duro de su ordenador, donde almacenaba varias obras incompletas, fuera aplastado por una apisonadora a vapor.

Su hija, Rihanna Pratchett, ha manifestado en varias ocasiones que iba a cumplir con la voluntad de su padre. La serie de Mundodisco se acaba con su padre, nadie va a continuarla. Es la obra de una vida, y así se queda. Hace pocos días, en un ambiente festivo, el disco duro fue reducido a unas finas láminas por una apisonadora al más puro estilo steampunk.

Hoy en día se siguen sacando novelas incompletas, ensayos sin revisar y cuentos olvidados, sin contar con el visto bueno del autor original, muerto y enterrado. A algunos, como Bolaño, supongo que les haría hasta gracia ver cómo se dejan el dinero en sus peores trabajos. Otros, como David Foster Wallace, esperarían a su editor a la puerta de casa con un bate de béisbol.

¿Qué os parece? ¿Prima el conocer toda la obra de un autor sobre sus propios deseos? Os esperamos, como siempre, en los comentarios.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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